Generación 2.0
Páginas: 6 (1286 palabras)
Publicado: 20 de junio de 2014
No tengo Internet. No tengo TV. No tengo heladera. No tengo cama
Soy una amish en Floresta
Tengo luz.Tengo Gas.No soy esa canción.
No tengo plata. No ahorro. No invierto. No tomo medicamentos.
Soy un cero, 25 para la balanza económico-farmacéutica.
No tengo pasaporte.Nunca me deportaron en la aduana.
No sé cómo se ve el Atlántico desde un avión.
Nunca hice una declaración de bienes nitengo causa judicial (creo).
Tengo DNI cuadruplicado.Soy una precarizada burocrática.
No tengo tarjeta de crédito.
Perdí cuatro (4) veces la tarjeta de débito.
Soy insolvente para las entidades bancarias.
No tengo PEN-drive (lo perdí).No tengo mp3 (lo perdí).
No tengo cámara digital.No tengo un celular tocable.
Soy un fail para Garbarino.
Nunca fuí a un spa.Ni a un baño turco.Ni a una sesiónde electrodos.
Soy un fail para Grupon.
Me maquillo igual desde los 15 años. Avon no pudo conmigo.
No me colonizó la piel con rubor color vieja carmín.
No distingo un Fiat de un Peugeot.Ni una Chevy de un Renault.
Mi acto altruista es no manejar, disminuyendo así el índice de accidentes.
No estoy afiliada a ningún partido ni agrupación.
Soy una inútil partidiaria, pero no apolítica.
Soyuna amish desaliñada 2.0.
Alineada con la alienación de haber nacido en la última camada que tocó las cosas, que en algún momento duraban, el hermoso fetiche heredado del objeto: el cómic, el cassette , el cuaderno.Que hoy se rompen para no durar y ser reemplazados todo el tiempo, quizás ahí esté la pseudoverdad: no nacimos para durar.
Aunque este paralelismo sea falsable: los objetos no duranpor razones del capital, nuestro cuerpo no dura por razones de biología material.
La épica de la permanencia, el amor que nos vendieron en el cine es tan improbable como pagar indulgencias al fuero institucional a cambio de un pasaje post-mortem mejor.
No sé si quiero trascender en el sentido invisible de esa palabra.Quiero emocionarme ahora.
Soy de la generación módem- interruptus.Lafantasía descargada en partes, entelequia dial-up.
Un llamado inoportuno siempre impedía acabar la bajada del único tema disponible de los Smashing Pumpkings en el Ares.Melancolía y tristeza infinita hasta la siguiente reconexión.
No sé hacer negocios, ni como hacer de la vida algo cinético y productivo en términos de plazos fijos.
Pero sé la hora exacta en que abre la panadería de la esquina y quebandeja de medialunas es la mejor, recuerdo tracks completos de discos y puedo cantar la continuidad de las canciones; puedo asociar libremente Barthes, Los Simpson, El Señor de los Anillos y Bowie a cualquier evento del cotidiano.Tengo un archivo memorial selectivo de muchos gigas, que encripta y atesora las cosas más estúpidas: el día que dijiste algo amable tenías puesto un saco verde, cuandoborré el historial hacía calor y en la oficina alguien hablaba de las rebajas de Coto.Acto seguido reemplacé las extensiones dañadas por una buena melodía.
Nunca olvido una cara, la traigo ante mí como un perfecto croquis de composición estética: los ojos y su distancia, la boca y su tensión, las cejas y su desaprobación.Pero me es imposible retener los timbres de los edificios pese a servitalicia de los domicilios de los amigos.Después del 2do piso, la combinación alfanumérica es un desafío.
Pertenezco a la generación acreedora de alquileres, préstamos y deudas; pero portadora de una memoria que remasteriza los tiempos: recordamos hasta lo que no vivimos, reconstruimos lo que otros rompieron, deshacemos el mito y desconfiamos.
Puedo recordar un día como hoy 18 añosatrás.Vacaciones de invierno, desayunando té con criollitas en la casa de mi hermano el que vive lejos, como usaba decirle y sostengo, la tele clavada en el noticiero de la mañana.
Algo tembló en la imagen, mi cuñada digitó números en el teléfono.
Que no haya pasado nada, que no haya pasado nada.
Horas después veía a distancia las primeras postales del horror de cuerpos ausentes en tiempo presente.Ese día...
Soy una amish en Floresta
Tengo luz.Tengo Gas.No soy esa canción.
No tengo plata. No ahorro. No invierto. No tomo medicamentos.
Soy un cero, 25 para la balanza económico-farmacéutica.
No tengo pasaporte.Nunca me deportaron en la aduana.
No sé cómo se ve el Atlántico desde un avión.
Nunca hice una declaración de bienes nitengo causa judicial (creo).
Tengo DNI cuadruplicado.Soy una precarizada burocrática.
No tengo tarjeta de crédito.
Perdí cuatro (4) veces la tarjeta de débito.
Soy insolvente para las entidades bancarias.
No tengo PEN-drive (lo perdí).No tengo mp3 (lo perdí).
No tengo cámara digital.No tengo un celular tocable.
Soy un fail para Garbarino.
Nunca fuí a un spa.Ni a un baño turco.Ni a una sesiónde electrodos.
Soy un fail para Grupon.
Me maquillo igual desde los 15 años. Avon no pudo conmigo.
No me colonizó la piel con rubor color vieja carmín.
No distingo un Fiat de un Peugeot.Ni una Chevy de un Renault.
Mi acto altruista es no manejar, disminuyendo así el índice de accidentes.
No estoy afiliada a ningún partido ni agrupación.
Soy una inútil partidiaria, pero no apolítica.
Soyuna amish desaliñada 2.0.
Alineada con la alienación de haber nacido en la última camada que tocó las cosas, que en algún momento duraban, el hermoso fetiche heredado del objeto: el cómic, el cassette , el cuaderno.Que hoy se rompen para no durar y ser reemplazados todo el tiempo, quizás ahí esté la pseudoverdad: no nacimos para durar.
Aunque este paralelismo sea falsable: los objetos no duranpor razones del capital, nuestro cuerpo no dura por razones de biología material.
La épica de la permanencia, el amor que nos vendieron en el cine es tan improbable como pagar indulgencias al fuero institucional a cambio de un pasaje post-mortem mejor.
No sé si quiero trascender en el sentido invisible de esa palabra.Quiero emocionarme ahora.
Soy de la generación módem- interruptus.Lafantasía descargada en partes, entelequia dial-up.
Un llamado inoportuno siempre impedía acabar la bajada del único tema disponible de los Smashing Pumpkings en el Ares.Melancolía y tristeza infinita hasta la siguiente reconexión.
No sé hacer negocios, ni como hacer de la vida algo cinético y productivo en términos de plazos fijos.
Pero sé la hora exacta en que abre la panadería de la esquina y quebandeja de medialunas es la mejor, recuerdo tracks completos de discos y puedo cantar la continuidad de las canciones; puedo asociar libremente Barthes, Los Simpson, El Señor de los Anillos y Bowie a cualquier evento del cotidiano.Tengo un archivo memorial selectivo de muchos gigas, que encripta y atesora las cosas más estúpidas: el día que dijiste algo amable tenías puesto un saco verde, cuandoborré el historial hacía calor y en la oficina alguien hablaba de las rebajas de Coto.Acto seguido reemplacé las extensiones dañadas por una buena melodía.
Nunca olvido una cara, la traigo ante mí como un perfecto croquis de composición estética: los ojos y su distancia, la boca y su tensión, las cejas y su desaprobación.Pero me es imposible retener los timbres de los edificios pese a servitalicia de los domicilios de los amigos.Después del 2do piso, la combinación alfanumérica es un desafío.
Pertenezco a la generación acreedora de alquileres, préstamos y deudas; pero portadora de una memoria que remasteriza los tiempos: recordamos hasta lo que no vivimos, reconstruimos lo que otros rompieron, deshacemos el mito y desconfiamos.
Puedo recordar un día como hoy 18 añosatrás.Vacaciones de invierno, desayunando té con criollitas en la casa de mi hermano el que vive lejos, como usaba decirle y sostengo, la tele clavada en el noticiero de la mañana.
Algo tembló en la imagen, mi cuñada digitó números en el teléfono.
Que no haya pasado nada, que no haya pasado nada.
Horas después veía a distancia las primeras postales del horror de cuerpos ausentes en tiempo presente.Ese día...
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