Generaci n del 80 Eduardo Wilde a
La primera noche de cementerio
El enfermo es el señor de la casa, el marido, el padre. La familia está afligida, desolada. La
habitación en que se halla el paciente es una pieza grande en la que la luz de día y de noche
es economizada. Todos los que entran tienen la obligación de caminar en puntas de pies y
cumplen religiosamente el programa. Los guardianes debenasomarse de tiempo en tiempo
al lecho que ocupa y mirarle la cara; en seguida deben menear la cabeza y después estar
muy consternados. Razones para ello: el enfermo va cada vez peor; respira con dificultad,
abre apenas los ojos, no conoce a los que le hablan sino después de ser vivamente
mortificado; si lo dejan quieto delira, dice con labios secos palabras que parecen con
cáscara y que no tienensentido, ronca más bien sus frases, diremos; suspira a veces y busca
dormirse; está acostado boca arriba con las manos de fuera; por momentos hace que
acomoda las ropas murmurando sonidos lúgubres; entre muchas palabras roídas aparece a
veces el nombre de la mujer o del hijo predilecto, seguido de una sonrisa moribunda; luego
viene un estertor y una opresión; ¡el cuadro es triste!
*
La mesita denoche está cubierta de frascos, de tazas y de cucharas. Cada media hora, un
verdugo bajo la forma de una cuidadora, debe apretarle la nariz al pobre mártir, y
derramarle en las fauces una cucharada de líquido corrosivo recetado con gran pompa,
perfectamente inútil pero aprobado para el caso, por todas las Facultades del mundo y por
la reciente junta de médicos. El de cabecera ha recomendado unapuntualidad digna del
Santo Oficio, obedeciendo a su deber profesional e inhumano. ¡Ningún médico se permite
dejar morir en paz a su enfermo porque eso es contrario a la satisfacción de las familias!
*
El primer rayo de luz de la aurora acaba de entrar al cuarto del enfermo, escurriéndose por
el espacio lineal de dos varillas de persiana.
¡Qué terrible innovación! ¡Cómo se ve a su favor cuánto separece el moribundo a un
muerto!
*
Murió; ¡un estertor quebrado acaba de anunciar la triste nueva!
Los sollozos y los gritos de dolor resuenan en todas partes. Los sirvientes encuentran inútil
que la caldera de agua hirviendo continúe quejando su vapor a ciento y un grados.
El trapo blanco del llamador de la puerta va a ser sustituido por otro negro más largo, un
trapo llorón de merino, colgante,con dos piernas desiguales como las de un ahorcado cojo.
Gran fiesta para el empresario de pompas fúnebres que prepara sus coches soñolientos y sus
caballos nostálgicos.
*
Un amigo de la casa, porque los hay que no son del dueño, de la dueña ni de la familia, sino
de la ubicación, se ha encargado de correr con todo, como se dice.
Este amigo con su cara de aflicción a media asta, que hace compatibleun lloriqueo de
actualidad con una actividad oportuna e indispensable, ha elegido el cajón, ha alquilado los
coches, ha contratado los cirios y los paños mortuorios, ha puesto avisos en los diarios
encabezándolos con la cruz de regla seguida de estas fatídicas letras: Q.E.P.D. y ha
convidado por fin a los amigos.
Al otro día, a la hora señalada, los invitados empiezan a llegar. Las señoras entranal sitio
donde están las mujeres de la casa invisibles por el exceso de merino negro y por la escasez
de luz, llorando a intervalos como si tuvieran válvulas automáticas en los ojos. Los
hombres más despreocupados o más guapos, entran al salón donde se halla instalado el
muerto, bien serio y pálido, dentro de su cajón hexagonal y rodeado de cirios encendidos
que ardiendo sobre candelabrosgigantescos, precipitan estalactitas fantásticas, llorando su
cera derretida en lágrimas amarillentas y suicidándose metódicamente, en holocausto a una
llama enferma con núcleo oscuro de pavesa muerta y con luz fatigada que contempla en
silencio, la insolencia brutal del sol intruso.
*
El coche de penachos negros está ya en la puerta, asistido por hombres negros que cumplen
con su piel de luto, una...
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