Genocidios
Nacionalismo
y
genocidio.
A
propósito de Ararat de Atom Egoyan
Rubén Figaredo
Nacionalismo y genocidio. A propósito de Ararat de Atom Egoyan
ISSN: 2172-9077
NACIONALISMO Y GENOCIDIO. A PROPÓSITO DE ARARAT
DE ATOM EGOYAN
Rubén FIGAREDO
rubenfigaredo@hotmail.com
BIBLID [(2172-9077)1,2010,293-317]
Fecha de aceptación definitiva:31/12/2010
294
Fonseca, Journal of Communication, n.1, pp. 293-317
Rubén Figaredo
Nacionalismo y genocidio. A propósito de Ararat de Atom Egoyan
“La tragedia es un prolongado grito ante una tumba mal cerrada”, Paul Claudel
El uso y abuso del concepto de legítima defensa es un agujero negro por el que
se vierte a raudales la inquina mutua, los ajustes de cuentas y las aberr acionesmorales más crueles de la especie humana. Víctimas y victimarios
intercambian sus papeles en un baile macabro de moralidades flexibles y varas
de
medir
variables,
según
el
momento
socio-político,
las
alianzas
intergubernamentales del momento o el mayor o menor poder de cada una de
las partes. La práctica del exterminio no es, en ninguna medida, una novedad
del sigloXX, en el que por el afán de industrializar, se llega hasta la
mecanización
de
la
crueldad.
Ya
desde
los
anales
bíblicos
veterotestamentarios en los que Gedeón, curiosamente, campeón del pueblo
de Israel, terminaba con los amalacitas y medianitas en nombre de Jehová, la
eliminación total de cualquier enemigo por lo que es en lugar de por lo que ha
hecho, ha llenadode sangre inocente y anónima las crónicas y los libros de
historia. Por abundar en algún caso, en la guerra de Troya, los secuaces de
Agamenón sojuzgaron a toda la población de la ciudad de Príamo, y el
monarca asirio Sennajerib liquidó a todos los habitantes de Babilonia en el
lejano 689 a.C. Tampoco en la democrática y esclavista Grecia, dicen que
madre de nuestro sistema parlamentario,pudieron evitar que Delos fuera
liberada del bullicio de sus habitantes en el 416 a.C., por su renuencia a la hora
de apoyar a Atenas en la Guerra del Peloponeso, y eso en el que se ha
conocido con el rimbombante y vacío nombre de “siglo de Pericles” paradigma
elegido por muchos indocumentados como lejana e indemostrable arcadia, en
la que florecieron arte y derecho, como una edad de oro quenosotros,
estúpidos contemporáneos no conseguimos ni atisbar. Tampoco
el Magno
Alejandro se libró de su capítulo sangriento, cuando ordenó a una porción
determinada y especializada de sus tropas la destrucción total de ciudades,
bienes y habitantes de las poblaciones más rebeldes que se resistieron a su
triunfal cabalgata persa.
Sin embargo, si hay un episodio que ejemplifica aquello tanmanido de que la
historia se repite es la traca final de las Guerras Púnicas, un trasunto con más
similitudes de las que parece de nuestras dos guerras mundiales, que se cerró
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en el 146 antes de Cristo con la destrucción de Cartago, planificada hastael
último detalle, que costó la vida a la mayoría de la población, terminando
esclavizados los escasos supervivientes. Por no hacer prolija, ni tampoco
incompleta este resumen de la “historia universal de la infamia” deberíamos
recordar el terror mongol que asoló en el siglo XIII a los iranios, la persecución
de los cristianos en Japón entre los siglos XVI y XVII, las matanzas de judíos
enCórdoba en 1473, la masacre perpetrada por las armas españolas y sus
virus entre los nativos de América (que sin embargo contó con infatigables
aliados autóctonos, no conviene olvidar que la ciudad de Tenochtitlán fue
arrasada por los toltecas, enemigos acérrimos de los aztecas y no por las
huestes de Cortes que si masacraron a los guerreros varones en la “noche
triste”). Tampoco podemos...
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