geografia
Sergio Huget. Psicólogo y psicoterapeuta.
Hace ya más de cuarenta años desde que el célebre astronauta estadunidense Neil Armstrong se convirtiera en el primer ser humano en poner el pie sobre la superficie lunar. La efeméride de aquél 20 de julio de 1969 fue seguida por cientos de millones de personas en todo el mundo. No es difícil puesimaginar que, al ver en directo aquel primer paso del hombre sobre la luna, en muchos hogares se escuchase la frase: “Si no lo veo, no lo creo”. Todos hemos oído o pronunciado esta expresión de escepticismo. Nos trasmite una idea muy clara: Solo cuando le hayamos podido ver cómo Armstrong desciende el Apolo 11 y pisa la luna, solo cuando hayamos oído decir aquello de: “este es un pequeño pasopara el hombre hayamos, pero un gran salto para la humanidad”, solo cuando, en definitiva, hayamos podido experimentar con nuestros sentidos el acontecimiento, creeremos en él.
Pero si damos la vuelta a esa expresión y la formulamos como “Si no lo creo, no lo veo”, comprobaremos que el escepticismo inicial transforma en todo un alegato a favor de la confianza, la ilusión y la credulidad. Es decir,para que millones de personas creyeran que el hombre podía pisar la luna, necesitaron ver cómo Armstrong lo hacía, pero para que él lo consiguiera, fue necesario que muchas personas creyeran previamente que era posible alcanzar lo que parecía ciencia ficción. Como dijo en una ocasión el escritor Georges Bernard Shaw: “Miras las cosas y te preguntas ‘¿Por qué?’; yo sueño con cosas que nunca fuerony me pregunto, ¿¿Por qué no?’.”
¿En qué consiste ese entusiasmo, capaz de mover montañas? Refiriéndose a esa confianza y optimismo vital que impele al ser humano en pos de sus sueños, el novelista irlandés John Whelan escribió: “Existe solo una forma de imaginación admirable: esa imaginación que es tan intensa que crea una nueva realidad, que hace que las cosas ocurran”.
Esa es la imaginaciónque llevó a Thomas Alva Edison a crear la bombilla eléctrica o a Jacques Cousteau, la primera escafandra autónoma con la que se adentraría en el profundo mundo de los océanos para maravillarnos con sus ocultos secretos. Y es también la imaginación que cada uno de nosotros necesita para conquistar sus sueños personales. Porque sea lo que sea lo que nos propongamos – subir los catorce ochomiles delplaneta, como el alpinista Carlos Soria, que empezó después de los sesenta y cinco años y ahora, con setenta y dos cumplidos, comienza las ascensión de una de las cuatro montañas que le faltan; o hacer un poco de deporte para estar más sanos-, para conseguirlo se precisa de un requisito indispensable: creer firmemente en ello. Sin esta imaginación, sin esta “fé”, sin esta confianza e ilusión, esdifícil que podamos alcanzar, no ya los catorce ochomiles del planeta sino los catorce peldaños que separan el rellano de nuestra finca del ascensor. En esto consiste ese entusiasmo, en una confianza y “fe” tan incondicionales en nuestros propósitos que acabarán transformando lo imaginable en real. Esa es la fuerza que logra materializar los sueños que tenemos.
¿Qué nos impide avanzaradecuadamente y nos lastra en la ascensión a nuestro particular Himalaya? ¿Qué nos impide alcanzar la Luna? Sencillamente, mirar el mundo a través de unos cristales que no son los adecuados, mantener unas creencias autolimitantes y desmotivadoras que, lejos de estimularnos para actuar, nos dejan aletargados y nos paralizan. Se trata de una serie de pensamientos que nos llevan a perder gran parte deaquel entusiasmo y confianza que teníamos de niños, de aquella ilusión desbordante con la que afrontábamos cualquier reto que nos salía al paso, una ilusión sin la que no hubiéramos podido aprender a leer, ni a escribir, ni a nadar, ni a ir en bicicleta.
¿Y cuál es la razón por la que hemos ido perdiendo esta envidiable actitud vitalista? Pues la misma razón, como cuenta Jorge Bucay en “El...
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