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Para que exista un auténtico diálogo, se requiere de un habla que active un pensamiento mediante el cual nos volvemos a la vez comprensibles anosotros y al otro de tal manera que este otro pueda respondernos, confirmarnos o «rectificarnos», palabra esta última también muy en boga en la actualidad. Este proceso se logra solo lenta ylaboriosamente sobre la base de una educación humanística prácticamente inexistente entre nosotros, en particular, entre nuestra clase política. Por otra parte, no existe una técnica del diálogo, si por talcosa entendemos un conjunto de reglas explícitas al modo de las ciencias formales y «duras». El fundamento de una convivencia pacífica no se encuentra, pues, en las matemáticas o la lógica, tampoco enlas instituciones, sino solo en el intercambio vivo de ideas que brota de un sano pluralismo.
Como lo sostiene el filósofo alemán, recientemente desaparecido, Hans-Georg Gadamer, solo hay auténticodiálogo cuando se encuentra la palabra precisa y también el silencio oportuno y elocuente. Lo que se opone al diálogo es la disputa, «cuando se reacciona ante cualquier tesis únicamente con la pregunta:“Pero, ¿no hay ahí una contradicción lógica?”». A la base del diálogo no se encuentra la razón, sino la actitud razonable, a saber, la capacidad de hacer de uno mismo en sus positivas intencionesaquello que el otro ha querido decir. Como decía antes, esto supone una formación humanística tal y como la entiende otro gran filósofo, Hegel: «Formación significa contemplar las cosas desde la...
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