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José Donoso
El lugar sin límites
Para Rita y Carlos Fuentes
Fausto: Primero te interrogaré acerca
del infierno.
Dime, ¿dónde queda el lugar que los
hombres llaman infierno?
Mefistófeles: Debajo del cielo.
Fausto: Sí, pero, ¿en qué lugar?
Mefistófeles: En las entrañas de estoselementos. Donde somos torturados
y permanecemos siempre.
El infierno no tiene límites, ni queda
circunscrito a un solo lugar, porque
el infierno es aquí donde estamos
y aquí donde es el infierno tenemos
que permanecer...
Marlowe, Doctor Fausto
I
La Manuela despegó con dificultad sus
ojos lagañosos, se estiró apenas y volcándosehacia el lado opuesto de donde dormía la Japo
nesita, alargó la mano para tomar el reloj. Cinco
para las diez. Misa de once. Las lagañas latigu
das volvieron a sellar sus párpados en cuanto
puso el reloj sobre el cajón junto a la cama. Por
lo menos media hora antes que su hija le pidie
ra el desayuno. Frotó la lengua contra su encía
despoblada:como aserrín caliente y la respira
ción de huevo podrido. Por tomar tanto chacolí
para apurar a los hombres y cerrar temprano.
Dio un respingo —¡claro!—, abrió los ojos y se
sentó en la cama: Pancho Vega andaba en el
pueblo. Se cubrió los hombros con el chal rosa
do revuelto a los pies del lado donde dormía su
hija. Sí. Anoche le vinieron conese cuento.
Que tuviera cuidado porque su camión andaba
por ahí, su camión ñato, colorado, con doble
llanta en las ruedas traseras. Al principio la Ma
nuela no creyó nada porque sabía que gracias a
Dios Pancho Vega tenía otra querencia ahora,
por el rumbo de Pelarco, donde estaba hacien
do unos fletes de orujo muy buenos. Pero al
poco rato,cuando había casi olvidado lo que le
dijeron del camión, oyó la bocina en la otra ca
lle frente al correo. Casi cinco minutos seguidos
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estaría tocando, ronca e insistente, como para
volver loca a cualquiera. Así le daba por tocar
cuando estaba borracho. El idiota creía que era
chistoso. Entonces la Manuela le fue a decir a
su hijaque mejor cerraran temprano, para qué
exponerse, tenía miedo que pasara lo de la otra
vez. La Japonesita advirtió a las chiquillas que
se arreglaran pronto con los clientes o que los
despacharan: que se acordaran del año pasado,
cuando Pancho Vega anduvo en el pueblo para
la vendimia y se presentó en su casa con una
pandilla de amigotesprepotentes y llenos de vi
no —capaz que hasta hubiera corrido sangre si
en eso no llega don Alejandro Cruz que los
obligó a portarse en forma comedida y como se
aburrieron, se fueron. Pero decían que después
Pancho Vega andaba furioso por ahí jurando:
—A las dos me las voy a montar bien
montadas, a la Japonesita y al maricón del papá...
LaManuela se levantó de la cama y co
menzó a ponerse los pantalones. Pancho podía
estar en el pueblo todavía... Sus manos duras,
pesadas, como de piedra, como de fierro, sí, las
recordaba. El año pasado al muy animal se le
puso entre ceja y ceja que bailara español. Que
había oído decir que cuando la fiesta se anima
ba con el chacolí de latemporada, y cuando los
parroquianos eran gente de confianza, la Ma
nuela se ponía un vestido colorado con lunares
blancos, muy bonito, y bailaba español. ¡Cómo
no! ¡Macho bruto! ¡A él van a estar bailándole,
mírenlo nomás! Eso lo hago yo para los caballe
ros, para los amigos, no para los rotos hedion
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dos a patas como ustedes ni...
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