Que queríamos escapar, sí, pero no sabíamos hacia a dónde. Que sólo queríamos salir, irnos muy lejos, allí donde ser nosotros mismos no fuese tan difícil. Donde no decir "tequiero" estuviese prohibido y donde el orgullo no jodiese las cosas bonitas. Pero de querer a hacerlo, qué os podría decir, hay un abismo muy parecido a la peor indecisión del mundo.Y te das cuenta, un domingo como hoy; como cualquiera; de que no puedes correr mucho, que no lo suficiente, que no tanto como para llegar a alguna parte. No sé si me explico. Yte tumbas en la cama, aturdido, sin poder llorar porque tú ya no lloras; sin poder gritar porque hay gente viendo la televisión. Te tumbas en la cama y es un poco olvido, perohacia adentro, un dejarse caer en el colchón deseando que alguien te rescate cuando haya alguna vacuna contra las cosas que no tienen mucho sentido. Pero no. Y así se te va pasando lavida. Y que quizá por eso odiamos un poquito los domingos. Y mañana lunes, como si quisiéramos morirnos tan rápido. Algo va mal en el mundo y yo qué sé, quizá sea porque estamosperdiendo la bonita costumbre de declararnos escribiendo un poema a la persona que nos gusta. O porque ya no sabemos abrazar como antes. O porque tenemos tanta prisa en llegar alos sitios que no disfrutamos de las vistas, ni de las sonrisas, y que todos nos maquillamos ahora un poquito y que ya no somos nosotros tanto tiempo. Es esa decadencia a la quellamamos rutina. Y yo empiezo a no saber sobrevivir tanto como me gustaría. Empiezo a desear enamorarme con esa urgencia en la mirada de que si alguien no me coge de la mano prontovoy a desintegrarme. A evaporarme. A tener la sonrisa más triste del mundo. A tener los calcetines, en los cajones, desemparejados; por ese no querer pensar en los abrazos.
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