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-¡Con qué placer nos asomábamos por cima de las verdes frondas para vernos retratadas en la temblorosa corriente!
-¡Cómo cantábamosjuntas imitando el rumor de la brisa y siguiendo el ritmo de las ondas!
-Los insectos brillantes revoloteaban desplegando sus alas de gasa a nuestro alrededor.
-Y las mariposas blancas y laslibélulas azules, que giran por el aire en extraños círculos, se paraban un momento en nuestros dentellados bordes a contarse los secretos de ese misterioso amor que dura un instante y les consume lavida.
-Cada cual de nosotras era una nota en el concierto de los bosques.
-Cada cual de nosotras era un tono en la armonía de su color.
-En las noches de luna, cuando su plateada luz resbalabasobre la cima de los montes, ¿te acuerdas cómo charlábamos en voz baja entre las diáfanas sombras?
-Y referíamos con un blando susurro las historias de los silfos que se columpian en los hilos deoro que cuelgan las arañas entre los árboles.
-Hasta que suspendíamos nuestra monótona charla para oír embebecidas las quejas del ruiseñor, que había escogido nuestro tronco por escabel.
-Y erantan tristes y tan suaves sus lamentos que, aunque llenas de gozo al oírle, nos amanecía llorando.
-¡Oh! ¡Qué dulces eran aquellas lágrimas que nos prestaba el rocío de la noche y que resplandecíancon todos los colores del iris a la primera luz de la aurora!
-Después vino la alegre banda de jilgueros a llenar de vida y de ruidos el bosque con la alborozada y confusa algarabía de sus cantos.-Y una enamorada pareja colgó junto a nosotras su redondo nido de aristas y de plumas.
-Nosotras servíamos de abrigo a los pequeñuelos contra las molestas gotas de la lluvia en las tempestades...
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