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LUIS CARLOS RESTREPO
Actuando desde la fragilidad
El llamado a la ternura no tiene por qué confundirse con el facilismo y la melosería. Como se corre el peligro de tornar vacua la palabra, traeré una imagen de la vida cotidiana para mostrar que ternura es todo lo contrario a sumisión o complacencia con la violencia y el maltrato. Si me pidieran escoger un animal quesirviera como símbolo de la ternura-animal totémico como en la sacralidad indígena-, no dudaría en escoger al gato. Doméstico pero a la vez salvaje, el gato es un animal que no obstante su disposición al arrunche, no se deja maltratar. Si le ofrecemos caricias, allí estará restregándose contra nuestro cuerpo, recibiendo y ofreciendo calor. Pero si lo maltratamos, sacará sus uñas, y si insistimos enhacerle daño, marchará por los tejados hasta perderse. Jamás se ha escuchado de un gato sorprendido en el acto de planear el asesinato de su amo. No. La eliminación del otro es incompatible con la ternura. Tal inhibición ética no impone, por demás, censura a nuestra irritación o desagrado. La ternura es, a la vez que disposición a la caricia, rechazo visceral a la violencia. Es imposible asumir unaactitud de cuidado, de fomento al crecimiento del otro, si soportamos pasivamente la violencia en la intimidad. Sin darnos cuenta, terminaremos por cualquier vía pasando de víctimas a victimarios. Ser tierno es afirmarse como un insurgente civil que ante la violencia cotidiana dice tajante como los gatos: ¡No! Pero nos hemos acostumbrado a una pedagogía del terror. Sabemos desde niños de loscuerpos descuartizados, de los asesinatos que quedan impunes, de la oscura racionalidad y premeditación de la violencia. Desde décadas atrás, hemos sido educados en el miedo y para el miedo. Hoy, todavía, los miles de muertos que registran las estadísticas responden en la mayoría de los casos a personas cuya presencia se ha tornado molesta para algún poder tradicional o emergente que busca quitárselasdel paso. Imponiendo el miedo, éstos poderes se consolidan. Y nosotros, atrapados en la fascinación que todavía nos produce el autoritarismo cotidiano, seguimos legitimando la violencia al sentir más respeto por un "verracote" armado y dogmático que por un ciudadano desarmado Es preciso aceptar que nuestra concepción del mundo y accionar cotidiano están media dos por la fascinación que produce lafuerza del guerrero. Constatando la dimensión de la vorágine en que estamos atrapados, no nos queda otra alternativa que acceder al escenario donde las pasiones se debaten, resistiéndonos sin embargo a caer bajo el embrujo fatídico de( asesinato. Cambiamos nuestro destino de sicarios por el de estetas. A la abstracción soberbia y pedante del guerrero, oponemos la sensorialización de nuestraexistencia y la posibilidad de mantenernos dignos, pero firmes e irritados, en medio de un aparato de muerte que amenaza con aplastarnos. A fin de conservar la salud mental, mientras danzamos sobre el charco de sangre que nos anega, es importante no confundir escepticismo político con fatalismo social. Este último es el aliado de una violencia que se perpetúa con nuestro
consentimiento mudo; elprimero, es el mejor camino para aclimatar una convivencia en la civilidad. Sin renegar de los matices de alma colectiva, a punto de quedar atrapados en medio de fuerzas que exigen más muerte para imponerse, rodeados del autoritarismo cotidiano y de la incertidumbre social, afirmamos el deseo de construir un traje cultural a nuestra medida y transitar un camino acomodado a nuestra sensibilidad,manteniendo siempre la indeclinable decisión de acceder al horror sin permitir que nuestra indignación se transforme en crimen.
Sabemos, como dijera Simone Weil, que tan implacablemente como la fuerza estruja, así también embriaga a quien la posee o cree poseerla. Pero desde el escepticismo político que acompaña a la ternura sabemos que nadie la posee realmente. Nuestra virtud consiste en mirar...
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