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Cádiz prepara el bicentenario de la Constitución y Azaña visita a Sabina

La estación de Atocha estaba tomada por la Policía. Cuando Azaña se acercó, un agente de la autoridad vestido de gladiadorle pidió la documentación. No, ya no vale el carnet de identidad, avisó enfadado al ver que el detective quería violar las nuevas leyes. Si pretende viajar, necesita partida de bautismo y uncertificado de buena conducta expedido por su parroquia. ¿Cómo?, preguntó con asombro, aunque en las últimas semanas se había prometido que nunca más iba a asombrarse de nada. Me limito a cumplir órdenes,replicó el madero.
Por fortuna llegó en ese momento Rubalcaba. Déjelo pasar, yo lo conozco, no es un laico rabioso y anti sistema, aseguró al policía. Pero no tuvo tiempo ni de preguntar por las heridasen la cara de Azaña. Llegaba tarde. Rajoy había instalado ya la efusividad de su molino eólico de saludos en el andén del tren de Cádiz. Hacia allí corrió el candidato socialista para disputarle elviento ante los jóvenes peregrinos.
Un taxi llevó al detective desde el Puerto de Santa María a Rota. Entró en la Taberna del Lagarto a preguntar por la casa de Joaquín Sabina. Resultó difícilconseguir la información. El tabernero, calvo y con cara de demonio feliz, leía el Diario de Cádiz y se partía de risa. Los organizadores del Bicentenario de la Constitución de 1812 habían fletado una réplicade un galeón del siglo XVII. Bautizado con el nombre de La Pepa, iba a ofrecer platos de papas con choco por los puertos de España. Un modo original de difundir la cultura gaditana y elconstitucionalismo. Hay que joderse, decía el tabernero, con unas carcajadas huecas que retumbaban en su pecho. Esta gente confunde las ofertas turísticas con la historia. Aunque peor es un dominguero ético. JoséBono, presidente del Parlamento, va a inaugurar la travesía con una conferencia sobre las virtudes del rey Fernando VII y los valores desconocidos de los Cien Mil Hijos de San Luis. Azaña tuvo que...