Globalización y cultura
En 1989 La Maldita Vecindad y Los Hijos del Quinto Patio, una de las bandas más importantes del rock mexicano en aquella década, eligieron “Mojado” como uno de los sencillos promocionales de su primer disco.
La canción decía más o menos así:
Yo sabía que te ibas a ir
Hoy por fin te vi partir
Yo temía que te ibas a ir
Hoy tu voz la oí decir:
“Yo me voy deaquí, me voy de aquí
No tengo nada qué darte a ti.
El otro lado es la solución
Por todas partes se oye el rumor” (…)
La letra refleja un fenómeno que entre México y Estados Unidos se vive desde que nuestro vecino país se hiciera con más de la mitad del territorio nacional (Texas, Nuevo México y California) en 1847. La migración de mexicanos hacia la nación de las barras y las estrellas haocurrido siempre, para desgracia de ellos ¿o para su beneficio? Depende del cristal con que se mire.
Lo cierto es que muchos connacionales cruzan la frontera desde hace décadas en busca de mejores oportunidades para sus familias, por invitación de amigos o familiares, o simplemente por curiosidad.
Ya en territorio estadounidense se enfrentan a una disyuntiva palpable: cómo conservar sus raíces,cómo adaptarse a una cultura que de antemano los rechaza y hasta los criminaliza; para ser parte de esa cultura… ¿deben transformarse en “gringos”?, ¿deben hablar inglés, dejar de creer en la Virgen de Guadalupe, olvidarse del chile, de los nopales, de los frijoles y del sombrero de charro?, ¿su identidad se enriquece con la nueva cultura, se trastoca, se transforma en otra o se ve obligada aesfumarse?
Demasiados son los cuestionamientos al respecto, pero en el presente trabajo intentaremos acercarnos a una propuesta sobre el tema a partir de un caso concreto, de un artista en particular, quien ha vivido en carne propia el conflicto de sentirse extranjero tanto en su propia patria como en el vecino país al que llegó en busca de un horizonte más amplio para su obra. Se trata de GuillermoGómez Peña.
“PA’ QUE NO ME CUENTEN”
Cuando la canción de La Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio sonaba fuerte en la radio mexicana, en el puente entre los años 80 y 90, Guillermo Gómez Peña llevaba ya una década fuera de su patria; había cruzado la frontera meramente para estudiar un posgrado de arte en el California Institute of Arts.
“Yo partí en 1978, a los 23 años,con la consigna ingenua de regresar. ‘No tardo. Nomás me voy una temporadita, pa’ que no me cuenten’, le dije a mis padres y a mis cuates”, desde entonces no volvió.
Aterrizó en Los Ángeles, donde todavía se respiraba la estela dejada por el movimiento chicano, iniciado por César Chávez para lograr mejores condiciones de trabajo y de vida a favor de los migrantes que laboraban enel campo y el cual se expandió a las artes: teatro, cine y otras expresiones que pronto comenzaron a llevar las protestas, los reclamos por los derechos fundamentales a lienzos, celuloide y puestas en escena.
“Durante esos primeros años se detonaron varios procesos en mi psique. Entre otros, el desdoblamiento de mi identidad (de repente surgió otro ‘yo’, un incipiente chicano dentrode mí); mi politización (muy a mi pesar) como ‘minoría étnica’, y mi ‘desterritorialización’, como dicen los teóricos posmodernos” (…)
Gómez Peña encontró en el performance su mejor instrumento de expresión, por entonces considerado un arte alternativo, contestatario y fuera de todos los cánones del arte clásico.
El performance, explica la investigadora Josefina Alcazar, “es unespacio de experiencia multidimensional, y por lo mismo, hay una gran variedad de performances. El artista de performance reflexiona sobre el arte mismo, sobre sí mismo y sobre el producto; analiza sus límites, sus alcances y sus objetivos. Las y los performanceros se presentan a sí mismos, es la acción del artista en tiempo real, donde su cuerpo es a la vez significado y significante”.
Con esta...
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