Gloria Y Olvido

LA GLORIA Y EL OLVIDO
Había dicho Hidalgo que a las 8 horas de la mañana saldría con sus hombres para ir de Dolores a San Miguel el Grande. Salieron a las 11. En México, ya se sabe, lo único que empieza puntualmente son las corridas de toros (casi siempre). No eran muchos los que iniciaron la marcha. Algunos aseguran que serían 80, apenas. Hidalgo había prometido a quienes lo siguieran el pagode un peso cada día a los que fueran a caballo y la mitad a los de pie. En unas cuantas horas, el pequeño contingente que salió de Dolores engrosó sus filas en forma muy considerable. Hidalgo nunca tuvo un ejército bajo su mando. Una anárquica muchedumbre, una desordenada multitud que esa misma noche sehabría de convertir en horda sin control. Aquí está el germen de la grave discordia entre Hidalgo y Allende, que ya desde el principio de la lucha se gestaba y que culminara después. Allende, buen militar, era partidario aquella madrugada del 16 de septiembre de remontarse a la sierra con aquel primer grupo de seguidores para armarlos debidamente, entrenarlos en la guerra y luego, con más hombresigualmente bien preparados y diestros, comenzar la lucha en forma organizada. Hidalgo no. Pensaba él nutrido en la lectura de los enciclopedistas, que hablaban del pueblo soberano y de su fuerza, que más se conseguiría movilizando a una enorme masa cuyo peso inclinaría la balanza en favor de la insurgencia. “el número nos dará la victoria”, decía el padre Hidalgo. EnAtotonilco tuvo Hidalgo una intuición genial. Sacó del santuario una pintura de la Virgen de Guadalupe y la entregó a sus hombres en una pica o asta, convirtiendo así el piadoso estandarte en bélico perdón. Hidalgo supo que el sentimiento religioso del pueblo sería valioso auxiliar en esa lucha, y declaró a la Guadalupana “capitana jurada de nuestras legiones”.“viva la virgen de Guadalupe y mueran los gachupines”, comenzaron a gritar los levantados. Un español peninsular apellidado Elizondo, que a caballo iba hacia Dolores, escucho oculto tras unos árboles el griterío de la turba, y oyó también que los insurgentes se dirigían a San Miguel. A galope tendido regreso al pueblo para avisar de aquel peligro.
Elizondo se dirigió a San Miguel elGrande. Ansiaba llegar ahí para avisar a los españoles del grave peligro que corrían. Allende habló, y con comedida mesura aseguró a los clérigos que siendo muchos de los españoles que ahí estaban amigos de quienes dirigían la insurrección, él les daba su palabra de militar y de hombre de que nada malo habría de sucederles. Pocodespués su palabra de honor seria atropellada por aquella terrible turba sedienta de venganza y ansiosa de botín. Al oír la seguridad que les daba don Ignacio, abrieron las puerta, entregaron sus armas y se dieron prisioneros.
Apenas si alcanzó Allende a poner a salvo a los “gachupines”.estalló el desorden entre la muchedumbre.
A la vista de aquella terrible muchedumbre, Celaya se entregó sincombatir. Huyeron autoridades civiles y jefes militare, huyeron los españoles, y el tumultuoso ejército de Hidalgo hizo su entrada a la ciudad. La turba, enardecida, cayó en excesos peores que los de San Miguel, y no hacia distinción ya entre propiedades de criollos o españoles, que igual tomaban a saco. Ahora fue Aldama el que recriminó a Hidalgo la libertaden que dejaba a aquella plebe, permitiéndole tan grandes abusos y tropelías. EL 23 de septiembre de 1810, salió Hidalgo de Celaya para emprender la toma de Guanajuato. Los jefes insurgentes contaban con la rendición de la ciudad, se equivocaron, sin embargo Guanajuato se iba a defender. Cuando cayó la gran puerta de la Alhóndiga de...