Grafitti, arte o delito
El graffiti: un delito convertido en arte
Quizás sería bueno comenzar este ensayo hablando del surgimiento del graffiti, pero quien lea estas líneas talvezconozca de antemano que desde tiempos remotos ésta es una de las mejores formas encontradas por el hombre para comunicarse. Por ello, hoy quiero referirme al delito de manchar una pared ajena como partedel sentir más íntimo de una persona. Estuve leyendo hace algún tiempo ya algunos apuntes de la reedición del libro “El otro arte de escribir” expuesto en el sitio de Internet El rincón del vago yllamó mi atención la sinceridad de quienes a él se dedican.
Haciendo un poco de historia debemos hacer mención a como, en los Estados Unidos en la década del sesenta, comenzó todo en una fecha ylugar en el que los ciudadanos se encontraban en una ebullición constante ante una realidad difícil de transformar. El rechazo a la guerra de Vietnam, el asesinato de Martin Luther King y el aumento dela discriminación, el reclamo por los derechos civiles, unido a la ausencia donde exponer ese otro arte que nace fuera de las academias, se pudieran contar entre los motivos de varias personas enrepresentación del pueblo y los sectores ignorados para empezar a colorear las ciudades con mensajes de justicia, amor y paz, esta y otra historia se pueden hallar en la revista The writing, muy visitadapor jóvenes y adolescentes interesados en el tema.
La tradición social suele encasillar al graffiti como la expresión de personas inconformes con la vida, pero, en lo particular, difiero de los queasí piensan porque para mí cada uno de estos gravados tiene una motivación profunda. De lo contrario, ¿Cómo se explica que alguien se arriesgue a que lo atrapen in fraganti en la escena de lo quepara él no es crimen?
No pretendo justificar a quienes van por el mundo pintando muros sin sentidos. Solo quiero pensar en la buena fe del graffiti, en el más grande sentimiento a que hizo alusión...
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