Grandes Esperanzas

Páginas: 765 (191053 palabras) Publicado: 24 de septiembre de 2015
Obra reproducida sin responsabilidad editorial

Grandes Esperanzas
Charles Dickens

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CAPITULO I
Como mi apellido es Pirrip y mi nombre de pila
Felipe, mi lengua infantil, al querer pronunciar
ambos nombres, no fuecapaz de decir nada
más largo ni más explícito que Pip. Por consiguiente, yo mismo me llamaba Pip, y por Pip
fui conocido en adelante.
Digo que Pirrip era el apellido de mi familia
fundándome en la autoridad de la losa sepulcral de mi padre y de la de mi hermana, la señora Joe Gargery, que se casó con un herrero.
Como yo nunca conocí a mi padre ni a mi madre, ni jamás vi un retrato de ninguno delos
dos, porque aquellos tiempos eran muy anteriores a los de la fotografía, mis primeras suposiciones acerca de cómo serían mis padres se
derivaban, de un modo muy poco razonable,
del aspecto de su losa sepulcral. La forma de las
letras esculpidas en la de mi padre me hacía
imaginar que fue un hombre cuadrado, macizo,
moreno y con el cabello negro y rizado. A juz-

gar por el carácter y elaspecto de la inscripción
«También Georgiana, esposa del anterior» deduje la infantil conclusión de que mi madre fue
pecosa y enfermiza. A cinco pequeñas piedras
de forma romboidal, cada una de ellas de un
pie y medio de largo, dispuestas en simétrica
fila al lado de la tumba de mis padres y consagradas a la memoria de cinco hermanitos míos
que abandonaron demasiado pronto el deseo
de vivir en estalucha universal, a estas piedras
debo una creencia, que conservaba religiosamente, de que todos nacieron con las manos en
los bolsillos de sus pantalones y que no las sacaron mientras existieron.
Éramos naturales de un país pantanoso, situado en la parte baja del río y comprendido en las
revueltas de éste, a veinte millas del mar. Mi
impresión primera y más vívida de la identidad
de las cosas meparece haberla obtenido a una
hora avanzada de una memorable tarde. En
aquella ocasión di por seguro que aquel lugar
desierto y lleno de ortigas era el cementerio;

que Felipe Pirrip, último que llevó tal nombre
en la parroquia, y también Georgiana, esposa
del anterior, estaban muertos y enterrados; que
Alejandro, Bartolomé, Abraham, Tobias y Roger, niños e hijos de los antes citados, estaban
tambiénmuertos y enterrados; que la oscura y
plana extensión de terreno que había más allá
del cementerio, en la que abundaban las represas, los terraplenes y las puertas y en la cual se
dispersaba el ganado para pacer, eran los marjales; que la línea de color plomizo que había
mucho mas allá era el río; que el distante y salvaje cubil del que salía soplando el viento era el
mar, y que el pequeño manojode nervios que
se asustaba de todo y que empezaba a llorar era
Pip.
- ¡Estáte quieto! - gritó una voz espantosa, en el
momento en que un hombre salía de entre las
tumbas por el lado del pórtico de la iglesia -.
¡Estáte quieto, demonio, o te corto el cuello!
Era un hombre terrible, vestido de basta tela
gris, que arrastraba un hierro en una pierna. Un

hombre que no tenía sombrero, que calzabaunos zapatos rotos y que en torno a la cabeza
llevaba un trapo viejo. Un hombre que estaba
empapado de agua y cubierto de lodo, que cojeaba a causa de las piedras, que tenía los pies
heridos por los cantos agudos de los pedernales; que había recibido numerosos pinchazos de
las ortigas y muchos arañazos de los rosales
silvestres; que temblaba, que miraba irritado,
que gruñía, y cuyos dientes...
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