Gyuuiui
Páginas: 18 (4266 palabras)
Publicado: 4 de febrero de 2013
ANACLETO MORONES
Juan Rulfo
VIEJAS, HIJAS DEL DEMONIO! LAS VI VENIR A TODAS
juntas, en procesión. Vestidas de negro, sudando como mulas bajo el mero rayo
del sol. Las vi desde lejos como si fuera una recua levantando polvo. Su cara
ya ceniza de polvo. Negras todas ellas. Venían por el camino de Amula, cantando
entre rezos, entre el calor, con sus negrosescapularios grandotes y renegridos
sobre los que caían en goterones el sudor de su cara.
Las vi llegar y me escondí. Sabía lo que andaban
haciendo y a quién buscaban. Por eso me di prisa a esconderme hasta el fondo
del corral, corriendo ya con los pantalones en la mano.
Pero ellas entraron y dieron conmigo. Dijeron: ”
¡Ave María Purísima!”
Yo estaba acuclillado en una piedra, sin hacernada, solamente sentado allí con los pantalones caídos, para que ellas me
vieran así y no se me arrimaran. Pero sólo dijeron: ” ¡Ave María Purísima!” Y
se fueron acercando más.
¡Viejas indinas! ¡Les debería dar vergüenza! Se
persignaron y se arrimaron hasta ponerse junto a mí, todas juntas, apretadas
como en manojo, chorreando sudor y con los pelos untados a la cara como si leshubiera lloviznado.
-Te venimos a ver a ti, Lucas Lucatero. Desde Amula
venimos, sólo por verte. Aquí cerquita nos dijeron que estabas en tu casa; pero
nos figuramos que estabas tan adentro; no en este lugar ni en estos menesteres.
Creímos que habías entrado a darle de comer a las gallinas, por eso nos
metimos. Venimos a verte.
¡Esas viejas! ¡Viejas y feas como pasmadas de
burro!
-¡Díganme qué quieren! -les dije, mientras me
fajaba los pantalones y ellas se tapaban los ojos para no ver.
-Traemos un encargo. Te hemos buscado en Santo
Santiago y en Santa Inés, pero nos informaron que ya no vivías allí, que te
habías mudado a este rancho. Y acá venimos. Somos de Amula. Yo ya sabía de
dónde eran y quiénes eran; podía hasta haberles recitado sus nombres, pero me
hiceel desentendido.
-Pues sí, Lucas Lucatero, al fin te hemos
encontrado, gracias a Dios.
Las convidé al corredor y les saqué unas sillas
para que se sentaran. Les pregunté que si tenían hambre o que si querían
aunque fuera un jarro de agua para remojarse la lengua.
Ellas se sentaron, secándose el sudor con sus
escapularios.
-No, gracias -dijeron-. No venimos a darte
molestias.Te traemos un encargo. ¿Tú me conoces, verdad, Lucas Lucatero? -me
preguntó una de ellas.
-Algo le dije-. Me parece haberte visto en alguna
parte. ¿No eres, por casualidad, Pancha Fregoso, la que se dejó robar por
Homobono Ramos?
-Soy, sí, pero no me robó nadie. Esas fueron puras
maledicencias. Nos perdimos los dos buscando garambuyos. Soy congregante y yo
no hubiera permitido deningún modo .. .
-¿Qué, Pancha?
- ¡Ah!, cómo eres mal pensado, Lucas. Todavía no se
te quita lo de andar criminando gente. Pero, ya que me conoces, quiero agarrar
la palabra para comunicarte a lo que venimos.
¿No quieren ni siquiera un jarro de agua? -les
volví a preguntar.
-No te molestes. Pero ya que nos ruegas tanto, no
te vamos a desairar.
Les traje una jarra de agua dearrayán y se la
bebieron. Luego les traje otra y se la volvieron a beber. Entonces les arrimé
un cántaro con agua del río. Lo dejaron allí, pendiente, para dentro de un
rato, porque, según ellas, les iba a entrar mucha sed cuando comenzara a
hacerles la digestión.
Diez mujeres, sentadas en hilera, con sus negros
vestidos puercos de tierra. Las hijas de Ponciano, de Emiliano, deCrescenciano, de Toribio el de la taberna y de Anastasio el peluquero.
¡Viejas carambas! Ni una siquiera pasadera. Todas
caídas por los cincuenta. Marchitas como floripondios engarruñados y secos. Ni
de dónde escoger.
-¿Y qué buscan por aquí?
-Venimos a verte.
-Ya me vieron. Estoy bien. Por mí no se preocupen.
-Te has venido muy lejos. A este lugar escondido.
Sin domicilio ni...
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