Hablador
Dos voces se alternan para relatarnos el anverso y reverso de una historia singular. Por una parte, el narrador evoca sus recuerdos de un compañero de juventud, apodado Mascarita, que siente fascinación por la cultura amazónica. Por la otra, un anónimo contador ambulante de historias -un "hablador"-, viviente memoria colectiva de los indios machiguengas de laAmazonia peruana, nos narra, en un lenguaje de desusada poesía, su propia existencia y la historia y mitos de su pueblo. La confluencia final de los dos relatos que revelan una secreta unidad, muestra las misteriosas relaciones de la ficción con las sociedades y con los individuos, su razón de ser, sus mecanismos y sus efectos en la vida.
Releyendo
Me he volcado sobre El hablador. Y una seriede reflexiones ha emergido a partir de esta relectura. Primero, la anécdota ubicada entre lo biográfico y la ficción.
El narrador halla una exposición de fotografías sobre la vida de los indígenas en la región amazónica del Perú. Se y nos traslada de la Firenze contemporánea a la Lima de los tiempos de estudios universitarios de la voz narrativa; y entre ellos, los dilatados viajes a la Amazoníahechos por el hablante, que ha seguido a antropólogos, pastores evangelizadores biblia en mano, caucheros y demás explotadores del entorno y de las comunidades indígenas. Pero también la voz ha seguido de cerca a quienes quisieron involucrarse en el mundo natural sin ganar absolutamente nada en su deseo de ser parte de esa cosmovisión.
Al parecer, el narrador ha estado continuamente acosado porun enorme interés por la tribu de los machiguengas, que vive en la región amazónica peruana. La anécdota es enternecedora, por cierto. Se cruzan las historias del escritor, estudioso, periodista televisivo con la de un personaje, compañero que conoce en el claustro de San Marcos: Saúl Zuratas, alias Mascarita (por un enorme lunar que le cubría medio rostro). Este ha aprendido a tomar con humor larepulsión que sienten los demás por su aspecto físico, y parece más bien apasionado por la etnología.
Su principal foco de atención, aparte de enseñar a hablar a su loro, es la tribu mencionada, pero después de un tiempo, a pesar de haberse involucrado en esa cultura y en su lengua, parece desencantarse de la disciplina que sigue en la universidad, a la que también ve después como una pretensiónmás de envitrinar a los machiguengas.
El narrador le pierde la pista, pues sigue su doctorado en Europa. Se vuelca a sus estudios y, años más tarde, lo convocan para trabajar en una serie de programas culturales en la televisión. Tiene la oportunidad de viajar y entrevistar a Borges, a Corín Tellado, y a una serie de personajes casi tan novelescos como los de los libros. Le sugieren, casi alfinal de la vida del programa, dedicarle un capítulo al Instituto Lingüístico de Verano, que había desplegado su trabajo (sospechoso de enajenación religiosa, política y cultural) sobre la selva de su país. Es como se conecta nuevamente con los esposos Schneil (que viven en esa inhóspita región, en sus labores de propagar la Palabra), y toma valiosa información, entre otras cosas, sobre la instituciónde los habladores machiguengas.
El hablador es el que mantiene vivas las tradiciones de los machiguengas. Es quien va de río en río, de claro en claro, propagando y defendiendo las noticias, los relatos orales, la mitología y es quien divierte o entristece a los de su lengua. Conmueve, en el sentido más literal del término. Curiosamente, nadie entre los machiguengas había querido brindarle datossobre los habladores, fingían no saber sobre qué les estaban consultando. Ellos, que siempre habían mostrado su inocente impudicia, callaban sobre el tema. En realidad, el narrador descubre que lo hacían para proteger la identidad de un hablador específico, que había sido descrito como de rostro surcado por la uta (enfermedad), y con un loro posado siempre sobre su hombro.
Sí, lectores, se...
Regístrate para leer el documento completo.