Hablador

Páginas: 288 (71978 palabras) Publicado: 5 de junio de 2015
El Hablador

Mario Vargas Llosa

EL HABLADOR
MARIO VARGAS LLOSA

Cuarta edición: octubre 1995
Editorial Seix Barral, S. A.
Cubierta:
Paisaje tropical. Indio luchando con un mono (fragmento)
Henri Rousseau – 1910

2

El Hablador

Mario Vargas Llosa

A Luis Llosa Ureta,
en su silencio,
y a los kenkitsatatsirira machiguengas.
I
VINE a Firenze para olvidarme por un tiempo del Perú y de los peruanosy he aquí que
el malhadado país me salió al encuentro esta mañana de la manera más inesperada. Había
visitado la reconstruida casa de Dante, la iglesita de San Martino del Vescovo y la callejuela
donde la leyenda dice que aquél vio por primera vez a Beatrice, cuando, en el pasaje de
Santa Margherita, una vitrina me paró en seco: arcos, flechas, un remo labrado, un cántaro
con dibujos geométricosy un maniquí embutido en una cushma de algodón silvestre. Pero
fueron tres o cuatro fotografías las que me devolvieron, de golpe, el sabor de la selva peruana. Los anchos ríos, los corpulentos árboles, las frágiles canoas, las endebles cabañas sobre pilotes y los almácigos de hombres y mujeres, semidesnudos y pintarrajeados, contemplándome fijamente desde sus cartulinas brillantes.
Naturalmente,entré. Con un extraño cosquilleo y el presentimiento de estar haciendo
una estupidez, arriesgándome por una curiosidad trivial a frustrar de algún modo el proyecto
tan bien planeado y ejecutado hasta ahora –leer a Dante y Machiavelli y ver pintura renacentista durante un par de meses, en irreductible soledad–, a provocar una de esas discretas
hecatombes que, de tanto en tanto, ponen mi vida decabeza. Pero, naturalmente, entré.
La galería era minúscula. Un solo cuarto de techo bajo en el que, para poder exhibir
todas las fotografías, habían añadido dos paneles, atiborrados también de imágenes por
ambos lados. Una muchacha flaca, de anteojos, sentada detrás de una mesita, me miró.
¿Se podía visitar la exposición «I nativi della foresta amazónica»?
–Ceno. Avanti, avanti.
No había objetos enel interior de la galería, sólo fotos, lo menos una cincuentena, la
mayoría bastante grandes. Carecían de leyendas, pero alguien, acaso el mismo Gabriele
Malfatti, había escrito un par de cuartillas indicando que las fotografías fueron tomadas en el
curso de un viaje de dos semanas por la región amazónica de los departamentos del Cusco
y de Madre de Dios, en el Oriente peruano. El artista se habíapropuesto describir, «sin demagogia ni esteticismo», la existencia cotidiana de una tribu que, hasta hacía pocos años,
vivía casi sin contacto con la civilización, diseminada en unidades de una o dos familias. Sólo en nuestros días comenzaba a agruparse en esos lugares documentados por la muestra,
pero muchos permanecían aún en los bosques. El nombre de la tribu estaba castellanizado
sin errores:los machiguengas.
Las fotos materializaban bastante bien el propósito de Malfatti. Allí estaban los machiguengas lanzando el arpón desde la orilla del río, o, semiocultos en la maleza, preparando el
arco en pos del ronsoco o la huangana; allí estaban, recolectando yucas en los diminutos
sembríos desparramados en torno a sus flamantes aldeas –acaso las primeras de su larga
historia–, rozando elmonte a machetazos y entreverando las hojas de las palmeras para
techar sus viviendas. Una ronda de mujeres tejía esteras y canastas: otra preparaba coronas, engarzando vistosas plumas de loros y guacamayos en aros de madera. Allí estaban,
decorando minuciosamente sus caras y sus cuerpos con tintura de achiote, haciendo fogatas, secando unos cueros, fermentando la yuca para el masato en recipientesen forma de
canoa. Las fotos mostraban con elocuencia cuán pocos eran en esa inmensidad de cielo,
agua y vegetación que los rodeaba, su vida frágil y frugal, su aislamiento, su arcaísmo, su
indefensión. Era verdad: sin demagogia ni esteticismo.
Esto que voy a decir no es una invención a posteriori ni un falso recuerdo. Estoy seguro de que pasaba de una foto a la siguiente con una emoción que, en...
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