Habra quedado embarazada
Parece que el cayo en gracia al capataz porque a veces lo mandaba con unos grandotes con el carretero para el peso. En el peso, después de pesar la caña, había que pasarla de las carreteras a los vagones que se llevaban para el ingenio.
Al capataz le gustaba mucho que sus hombres se llevaran bien. Yél se llevaba bien con todos esos hombres. Siempre se llevo bien con los otros cortadores y los carreteros que le tocaron de compañeros. Inclusive se llevaba bien con los haitianos. No había que tenerles miedo como decían algunos. Los Cocolos siempre vivían discutiendo por todo y alegando cosas. Él no. Él no era así. Talvez por eso le hacia sangre. Porque casi no discutía con nadie ni reclamabanada.
El mayor trabajo lo pasaba cuando llovía. Con la lluvia los carriles por donde se caminaba entre los cañaverales se ponían pésimos; se revolvía en ellos un fango que le daba por las rodillas. Las carreteras se atascaban y los bueyes, tratando de halar, también revelaban sobre el lodo y caían de bruces. Encima de eso después de haber cogido medio día de sol ardiente, con elcuerpo caliente venia el aguacero y les caía encima.
El primer día de pago, después de una quincena de trabajo, esperaban su dinero para los múltiples gastos; gastos que, a decir verdad, no eran tantos. Pero les lleno de rabia cuando a la hora de cobrar, en vez de dinero, lo que les entregaron fue un papelito. Un vale, así lo llamaban. Con ese papelito nada más se podía comprar en la bodega delingenio.
En una ocasión se requirió un grupo de negro para desatascar una enorme cantidad de caña de la báscula. Los mandaron en la cigüeña, un aparato gracioso que tenia cuatros ruedas de metal para correr sobre los rieles. Era pequeño y destechado. Había que montarse parado. En el ingenio se puede sentir cerca de esos monumentales equipos hechos como para ser movidos por hombres gigantes.Nunca le paso por la mente que uno solo de ello requiriera tantos hombres al mismo tiempo. Allá relogié bien, no fuera a ser cosa de que me encontrara con mi tío. Pero no vi nada.
En el batey Montecoca, había algo que le llamaba mucho la atención. Por las noches cunado, cuando estaba en el barrancón esperando la llegada del sueño, se alcanzaba a ver allá, bien lejos, unas llamaradas enormes quesubían hasta el cielo. La primera vez que el lo vio se llevo un gran susto. Entonces me explicaron que se trataba del cañaveral ardiendo.
Así pasó la primera zafra. Al final se encontré que los vales apenas le daban para sobrevivir en el periodo en que no había zafra. Esa era la temporada justa que todos temían, por eso la llamaban tiempo muerto. Y con brega. En esas condiciones él no podíavolver a su país. En un momento pensó en irse a trabajar en los campos Centrar Romana. Según se decía, halla se pagaba mucho mejor. Pero le atemorizó el hecho de ir alo loco, sin saber donde se alojaría. Es difícil salir sin saber a ciencia cierta para donde uno va. Y por eso desistió.
El tiempo muerto duro seis largos meses. Durante ese lapso cuando se me apretó la cosa, lo único que consiguiófue desyerbar la orilla de un cañaveral. No gano mucho, pero le ayudo para algo. Por demás, se pasaba el tiempo mirando los tractores arar la tierra con unas cuchillas brillazas y las garzas, detrás, comiendo gusanitos. Entonces recibió dos orientaciones comprobadas a golpes de sufrimientos que fueron determinantes.
La primera, tenía que dejarse de “ñeñeñe” y ponerse a cortar la caña,...
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