Haiblum, El Hombre Vacío

Páginas: 234 (58356 palabras) Publicado: 22 de noviembre de 2012
EL HOMBRE VACÍO

Isidore Haiblum

Titulo Original: The Return
Traducción: Andrés Esteban Machalsky
© 1970 by Isidore Haiblum
© 1976 Editorial Intersea SAIC
Buenos Aires
Edición digital: Questor
R6 12/02

1
Cramer le asestó un puntapié en el estómago a la enfermera.
Ésta se encogió, dio contra la pared y trató de gritar, pero no pudo. Pesaba ciento
veintidós kilos, era calva yparecía una ex luchadora. Poco a poco se irguió hasta quedar
agazapada a medias, clavó sus ojos en él y flexionó los dedos significativamente.
Una leve capa de transpiración cubría su cráneo ancho y brilloso.
Iba a matar a Cramer.
Teniendo en cuenta que él estaba embutido en una camisa de fuerza, debía admitir
que eso era bastante factible.
La enfermera se abalanzó. El se hizo a un lado, su pieizquierdo salió despedido y
enganchó el tobillo de su atacante. La mujer calva se desplomó. Con el pie derecho le dio
en la cara y al cabo de un instante aquélla dejó de moverse.
Retrocedió. Le temblaban las piernas. Se quedó muy quieto, escuchando. Nada. Un
silencio total. Se encontraba en medio de un pequeño cuarto de paredes blancas, sin
ventanas. Con un catre de metal adosado a una delas paredes. La puerta, entreabierta.
Pasó por encima del cuerpo que yacía en el suelo. No había sido demasiado despierta:
había obrado sin pensar. Ninguna de aquellas instituciones del Gobierno Federal tenía
buen personal en los niveles inferiores. Inmovilizado como estaba, no creía que hubiese
podido hacer mucho ni siquiera frente a un lisiado. siempre que éste fuera inteligente.
El pasilloestaba vacío. Se extendía en ambas direcciones, como una raya negra entre
paredes marrones. Eligió el pasadizo de la derecha y se echó a andar por él. Dobló hacia
la izquierda en un segundo pasillo. Era un hombre alto, de cabello negro y cierta
elegancia a pesar de su corpulencia, vestido con pantalones de trabajo azules y una
camisa de fuerza blanca.
Hasta ese momento todo estaba a su favor.Ese pasillo —también desierto— era más angosto que el anterior, y en suave declive
descendía hacia las profundidades del edificio. Avanzó con más rapidez y comenzó a
trotar sin hacer ruido. Una solitaria luz roja brillaba a la distancia. Sería la puerta. Se
dirigió hacia ella.
Sabía que estaba en algún lugar de la parte más vieja de la construcción, debajo de la
colmena, muy lejos del pisosuperior, su lugar habitual de residencia: los pabellones de
rematoloicos.
Cramer había fingido un ataque para que lo enviaran allí abajo.
El paroxismo había parecido verídico y suscitado una respuesta inmediata de los
celadores, tal como lo había supuesto. La orden era moverse, y sin titubeos, cuando
alguno padecía un acceso de locura extrema: jamás se andaban con reparos ni
indecisiones.Los pabellones de rematoloicos propiamente dichos eran un hueso duro de roer: no
había muchas posibilidades de escapar. Al lado del resto del edificio como si fueran
leprosarios estaban equipados para hacer frente a cualquier emergencia. Los "ojos espía"
fijos y flotantes, no eran nada, los pulverizadores soporíferos, las puertas "aturdidoras" y
los omnipresentes celadores eran los factoresdestacados. Pero había otros dispositivos
desconocidos allí arriba, que aguardaban el momento de entrar en acción en caso
necesario.
La Organización Médica había gastado un dineral en mecanismos de seguridad, y no
era para menos: nadie tenía interés en vérselas con un rematoloico suelto.
A pesar de eso habían dejado que se deteriorasen las principales instalaciones del
sanatorio.

"—¿Qué eslo que pasa? —le había preguntado Cramer a Ortez uno de aquellos
primeros días, hace mucho tiempo.
Carlos Ortez sonrió, vertió el contenido de una plastibotella en un vaso de papel y
encogió los hombros.
—Grandes ahorros. —Tomó la bebida sin alcohol, e hizo una mueca— Demasiado
dulce. Cada vez viene peor.
—¿Quién ahorra?
—La Organización Médica, el Gobierno Federal... ¿quién sabe?...
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