Halperin America Latina en el siglo XIX
Historia Contemporánea de América Latina
Alianza Editorial
Buenos Aires, 2006
Versión resumida del capítulo IV (“Surgimiento del orden neocolonial”)
Texto editado por Juan Ruibal y corregido por Carina Peraldo
Agosto de 2010
Surgimiento del orden neocolonial: América Latina después de 1850
A mediados del siglo XIX, los frutos de la emancipación no hancomenzado a cosecharse; la conquista de la estabilidad, sin embargo, se ha consumado sólo en las tierras antes marginales del imperio español y en Brasil (aún para la turbulenta Argentina un emigrado antirrosista de la generación romántica, J. B. Alberdi, podía trazar, en 1847, un cuadro demasiado sistemáticamente positivo, pero de ningún modo falso). Menos éxito habían logrado las tierras de mineríacolonial —México, Perú, Bolivia—; particularmente la primera parecía hundida en un marasmo, una de cuyas causas eran las obstinadas tentativas conservadoras de sacarlo de él por vías impracticables.
Estos rasgos positivos —limitados en su significación por la aparición de signos de futuras tormentas— no autorizaban a esperar una consolidación rápida del Nuevo Orden latinoamericano. Éstacomenzó a producirse sobre todo desde que la relación con las zonas económicas metropolitanas comenzó a cambiar; este cambio es un aspecto del que a partir de mediados del siglo afecta a la entera economía metropolitana. Gracias a él pudo ésta cumplir las funciones que desde la emancipación se habían esperado vanamente de ella: no sólo iba a proporcionar un mercado para la producción tradicionallatinoamericana, ofrecerlo para un conjunto de producciones nuevas; por añadidura, iba a ofrecer los capitales que —junto con la ampliación de los mercados consumidores— eran más necesarios para una modernización de la economía latinoamericana.
[…]
Las innovaciones de ésta eran anunciadas por cambios sin duda más superficiales, pero ya visibles a mediados de siglo. El tono de la vida urbanase hace más europeo; si el proceso es muy parcial (a fines de la década del cincuenta un viajero pudo ver, en torno a la Bolsa de Buenos Aires, a una muchedumbre de caballos que esperaban al sol que sus amos terminaran sus especulaciones) es innegable, y sus raíces parecen ser dobles. La normalización relativa lleva a un aumento de la conspicuous consumption, sea de las clases altastradicionales (en México, notaban los observadores extranjeros, las damas de la aristocracia habían adoptado la moda europea sólo para complicarla con una profusión de adornos costosos), sea de las medias urbanas, que ahora volvían a gozar de alguna prosperidad, sea, por fin, del Estado, finalmente, aliviado en las zonas prósperas del peso de su miseria postrevolucionaria: en Buenos Aires, luego de la caídade Rosas, como en Santiago y Valparaíso al afirmarse la prosperidad minera y cerealera se construyen de nuevo teatros y se pavimentan calles. Por otra parte, hay un conjunto de progresos técnicos que irrumpen para cambiar el aspecto de las ciudades: el gas en la década del cincuenta reemplaza al aceite y a la maloliente grasa vacuna o equina como medio de iluminación en Buenos Aires, enValparaíso, en Lima, después de haberse impuesto en Río de Janeiro. Al mismo tiempo los nuevos medios de transporte acercan a las ciudades de Europa; si bien la mayor parte de la navegación oceánica seguirá haciéndose por varios decenios a vela, a comienzos de la década del cincuenta el buque-correo inglés comienza a transportar pasajeros en vapores por las grandes rutas americanas: en un mes sellega de Portsmouth a Buenos Aires; terminan las inseguridades y los naufragios frecuentes en la anterior navegación a vela.
Esas oportunidades nuevas son utilizadas con entusiasmo: los nuevos teatros se pueblan, gracias a los nuevos vapores, de compañías de ópera italianas, primero deplorables, que mejoran rápidamente cuando se descubren las posibilidades de lucro que ofrece un público inculto...
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