Hamlet
Morir: dormir. No más.
Y pensar que al dormir le damos fin al pesar del corazón y a los mil conflictosnaturales herencia de la carne.
He aquí un final digno de anhelarse con devoción. Morir: dormir. ¿Dormir? Quizás soñar.
Más ¡ay! He allí el obstáculo; porque en el sueño de lamuerte ¿Cuáles sueños pueden asaltarnos, luego de habernos despojado de este mortal ropaje?, eso es algo que nos hace vacilar.
Y esta es la reflexión que a la desgraciada tan larga vida; pues si no ¿Quién querría tolerar los latigazos y burlas del tiempo, la opresión del tirano, la afrenta del soberbio, de un amor desairado las congojas,las rémoras legales, la insolencia del alto funcionario y los vejámenes que el virtuoso recibe paciente del indigno, cuando él mismo podría darse el descanso con unsimple puñal? ¿Quién querría soportar esas cargas y gruñir y sudar bajo el peso de una vida tediosa, si no fuera que el miedo a lo que existe más allá de la muerte esadesconocida región cuyos confines no vuelve a traspasar ningún viajero frustra la decisión y nos obliga a preferir los males que tenemos que no volar a otros que ignoramos?
Yla conciencia así nos acobarda a todos y el ímpetu inicial de la resolución se atenúa bajo el pálido velo del pensamiento, y las empresas de mayor aliento e importancia,con estas meditaciones su curso extravían y pierden de acción el nombre.
¡Callad ahora!
¡La hermosa Ofelia! Ninfa, en tus plegarias recuérdate de todos mis pecados.
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