HAY UNA MOSCA EN MI PLATO 1

Páginas: 8 (1768 palabras) Publicado: 11 de octubre de 2015
Hay una mosca en mi plato
Juan Antonio Ramos

Hacía tiempo que no comía una gandinguita tan rica (le faltó un chilín de pique, pero en estos tiempos no se puede exigir más). Dejó un montoncito de sobras esquiniaditas en el plato (mirándolas con pena, pero había que dejar algo). Allanó un poco el solar central y justo en el huequito la depositó sin que nadie se diera cuenta.
- ¡Moza... mozo,venga acá si me hace el favor!
- ¿Qué desea, señor?
- Hay una mosca en mi plato.
El muchacho lampiño con cotita roja despintada tartamudeo, miró a los lados para verificar la distracción de los parroquianos (todos se mantenían ocupados en lo suyo), se inclinó disimuladamente y, en efecto, descubrió una pobre mosca sepultada bajo el emborujo reseco de arroz, habichuelas y lascas de gandinga.
- Laverdá es que no sé cómo ha sido -deshaciéndose en disculpas el mozo -porque aquí tenemos aire acondicionado y escrines -muy educado, muy trompudito el mozo - y además cuidamos y expurgamos bien lo que servimos -muy mozo el mozo con su correcta toallita doblada en el antebrazo ---de manera que aún no me explico cómo se coló...
-Yo tampoco me lo explico-atajó él, sin piedad- pero lo cierto es que sí secoló -y señaló con el hocico a la mosca intrusa--. Bien, me supongo que no tendré que pagar un centavo por ésta... El muchacho mostró unos cachetes desinflados, perplejos, confundidos, no, bueno, digo sí, pero, bueno, espérese un momentito--- y desapareció por una puerta amplia que daba al fondo. Al instante regresó con un hombre regordete, de expresión cansada y orejas robustas. El mozo indicó conel dedo y el gordo se convenció; exhaló un ventarrón de contrariedad y se excusó sin muchos deseos de hacerlo.
La cosa es que Agapito Sánchez, desde hacía algún tiempo, había descubierto el infalible secreto de comer de gratis en donde le diera la gana, gracias al truco de la mosca muerta en el plato de comida. La idea le surgió al leer una entrevista hecha a un frustrado comerciante que desistióde establecer una cadena de restaurantes, debido a que continuamente surgían clientes que se quejaban porque encontraban "cosas" en la comida. Agapito no se tomó mucho tiempo en cuajar la idea. Mientras cavilaba, llevó sus dos chaquetas y los tres pantalones de salir al laundry, y a la semana tenía bien definida la estrategia seguir. Seleccionó cuidadosamente los puntos de ataque, tomando encuenta el distanciamiento existente entre los mismos. También delineó la acción a base de alternar los lugares de acuerdo a la categoría: una fonda hoy; mañana o pasado un Coffee Shop regularzón, dos días más adelante, un restaurancito decentón... Hacía ahorros que le servían para cocinarse algo en la casa, pasaba un poquito de hambre, pero se desquitaba bien desquitado luego (siempre había para lacervecita y el cine; para mujeres no había -por el momento). Por lo regular sus incursiones no variaban; un ceño más, un ceño menos, un rebuzno más, un rebuzno menos, pero a la larga o a la corta accedían a dejarle ir sin pagar. El único (y serio) problema que vislumbraba era el seguro y paulatino agotamiento de la "minita". Pronto no le quedarían lugares a donde ir. Pero esa era una preocupaciónque no se le podía dar mucha cabeza y que disipaba cuando el hambre apretaba.
Hoy Agapito escogió un restaurante chino. Y mira que le costó, porque a él no hay quien le venga con esos mejunges dulces para la carne, que si pato (pato, figúrense) a la Jau-Chen-Fun-Chin, que Choumín que es más carne guisada que otra cosa, que si Jai-Li-Jijili-]i-Chu, que son como unas guábaras pasadas por agua de sal yvinagre, no me juegue ... La otra preocupación era pedirlo: se sentía horriblemente ridículo tratando de articular esa lengua endiablada propia de una película de karate. En ésas estaba cuando el mozo se le acercó entregándole el menú y preguntándole si quería tomarse algo antes de ordenar. Agapito Sánchez pegó un brinco que poco se lleva el techo al tropezarse con el lunar peludo en el...
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