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“LAS CONFESIONES”, de JEAN-JACQUES ROUSSEAU
Selección de textos a cargo del Prof. Marcelo Fraga


TEXTO Nº 1
Libro I: presentación

Intus, et in cute

Emprendo una tarea de la que nunca hubo ejemplo y cuya ejecución no tendrá imitadores. Quiero mostrar a mis semejantes un hombre en toda la verdad de la naturaleza; y ese hombre seré yo.
Yo, sólo yo. Siento mi corazón y conozco a loshombres. No estoy hecho como ninguno de cuantos he visto; me atrevo a creer que no estoy hecho como ninguno de cuantos existen. Si no valgo más, al menos soy distinto. Si la naturaleza hizo bien o mal al romper el molde en que me vació, es cosa que no puede juzgarse hasta después de haberme leído.
Que suene cuando quiera la trompeta del Juicio Final, yo acudiré con este libro en la mano apresentarme ante el soberano juez. Diré abiertamente: “Esto es lo que hice, esto lo que pensé, esto lo que he sido. Dije lo bueno y lo malo con idéntica franqueza. Nada malo callé, ni añadí nada bueno, y si alguna vez me serví de alguna galanura indiferente, nunca fue sino para llenar un vacío ocasionado por mi falta de memoria; he podido suponer cierto lo que sabía que había podido serlo, nunca lo quesabía que era falso. Me he mostrado cual fui; despreciable y vil cuando lo he sido, bueno, generoso y sublime cuando lo he sido: he desnudado mi alma tal como tú mismo la viste. Ser eterno, reúne en torno mío la innumerable muchedumbre de mis semejantes; que escuchen mis confesiones, que giman con mis indignidades, que se avergüencen de mis miserias. Que cada uno de ellos descubra a su vez sucorazón a los pies de tu trono con igual sinceridad; y luego, que uno solo te diga si se atreve: “Yo fui mejor que ese hombre”.

TEXTO Nº 2
Libro II: “Mamá”

“Dios os llama”, me dijo M. de Pontverre. “Id a Annecy, donde encontraréis una buena dama muy caritativa a quien los beneficios del rey permiten apartar a otras almas del error del que ella misma ha salido”. Se trataba de Mme. de Warens,conversa reciente, a quien los sacerdotes obligaban, en efecto, a compartir una pensión de dos mil francos que le daba el rey de Cerdeña con la canalla que iba a vender su fe. Me sentía humillado por tener que recurrir a una buena dama muy caritativa. Me agradaba que me diesen lo que necesitaba, pero no que hicieran caridad conmigo, y una beata no me resultaba muy atractiva. No obstante, presionadopor M. de Pontverre, por el hambre que me acuciaba, y contento también por hacer un viaje y tener una meta, tomo mi decisión, aunque apenado, y parto hacia Annecy. Podía llegar fácilmente en un día, pero como no me daba prisa tardé tres. (…)
Al fin llego y veo a Mme. de Warens. Esta época de mi vida decidió mi carácter; no puedo resolverme a pasar por ella a la ligera. Me encontraba en medio de midecimosexto año. Sin ser lo que se dice un muchacho guapo, estaba bien formado para mi pequeña estatura; tenía un bonito pie, la pierna fina, el aire desenvuelto, la fisonomía animada, la boca graciosa, las cejas y el pelo negros, los ojos pequeños e incluso algo hundidos, pero lanzaban con fuerza el fuego que tenía encendida mi sangre. Por desgracia, yo ignoraba todo eso, y en toda mi vida nuncase me ha ocurrido pensar en mi figura hasta que ya no era tiempo de sacarle partido. Así, junto a la timidez de mi edad, tenía la de un carácter muy amable, siempre turbado por el miedo a desagradar. Además, aunque tuviese el entendimiento bastante cultivado, como nunca había visto mundo carecía por completo de modales, y mis conocimientos, lejos de suplirlos, sólo servían para intimidarme más,haciéndome comprender hasta qué punto me faltaban. (…)
Era un pasaje detrás de su casa, entre un arroyo a mano derecha que lo separaba del jardín, y la pared del patio a la izquierda, que por una puerta falsa llevaba a la iglesia de los franciscanos. A punto de cruzar aquella puerta, Mme. de Warens se vuelve al oír mi voz. ¿Qué fue de mí al verla? Me había imaginado una vieja beata de ceño...