Heather Gudenkauf El Peso Del Silencio

El Peso del Silencio

Heather Gudenkauf

El Peso del Silencio

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Heather Gudenkauf

Para mis padres, Milton y Patricia Schmida.

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El Peso del Silencio

No hay quien venga aquí y no
sepa que este es un mapa fiel del
mundo y que en el centro estáis
vosotros,
construyendo
una
morada para todos nosotros.
BRIAN ANDREAS

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Heather Gudenkauf

Resumen
Sucedió calladamente una mañana deagosto. Mientras la luz trémula del
amanecer empapaba el aire bochornoso de Iowa, dos familias se despertaron y
descubrieron que sus hijas habían desaparecido durante la noche. Calli Clark, una
niña de siete años dulce, cariñosa y soñadora, sufría mutismo selectivo provocado
por una tragedia que la había sumido en el silencio siendo aún muy pequeña. Su
madre, Antonia, había intentado ser la mejormadre posible a pesar de estar casada
con un hombre colérico y casi siempre ausente. Ahora, aunque se negaba a aceptar
que su marido pudiera estar involucrado en el presunto secuestro de las niñas,
temía que su decisión de no separarse le hubiera costado algo más que la voz de su
hija. Petra Gregory era la mejor amiga de Calli, su alma gemela y su voz. Pero de
ninguna de las dos se tenía noticia desdesu desaparición. Desesperado por
encontrar a su hija, Martin Gregory se vio forzado a enfrentarse a una faceta de sí
mismo que desconocía, oculta bajo su actitud de docto profesor universitario.
Ambas familias se encontraron de pronto unidas por los interrogantes que
rodeaban la desaparición de sus hijas. Y la respuesta se hallaba envuelta en el
silencio de secretos familiares inefables.

~5~El Peso del Silencio

Prólogo
Antonia
Louis y yo te vemos casi al mismo tiempo. En el bosque, por entre los árboles en los que
anidan las abejas, cuyo olor denso y dulzón me recordará para siempre este día, veo a ráfagas
el camisón de verano rosa con el que anoche te fuiste a la cama. Se me afloja el pecho y tiemblo
de alegría. Apenas me fijo en tus piernas arañadas, en tus rodillas manchadas debarro, o en la
cadena que cuelga de tu mano. Estiro los brazos para estrecharte en ellos, para abrazarte con
todas mis fuerzas, para apoyar mi mejilla en tu cabeza sudorosa. Nunca desearé que hables,
nunca te suplicaré en silencio que pronuncies palabra. Estás aquí. Pero pasas por mi lado sin
verme, te paras al lado de Louis y pienso: «Ni siquiera me ves, ves el uniforme de ayudante del
sheriff deLouis, muy bien, mi niña, qué lista eres». Louis se agacha hacia ti y yo miro
fijamente la expresión de tu cara. Veo cómo empiezan a colocarse tus labios y sé lo que va a
pasar, lo sé. Veo formarse la palabra, cómo se endurecen las sílabas y caen de tu boca sin
esfuerzo. Tu voz, ni titubeante ni ronca por falta de uso, sino clara y enérgica. Una palabra, la
primera en tres años. Un instante despuéste tengo en mis brazos y lloro, tantas emociones
destiladas en lágrimas: agradecimiento y alivio, sobre todo, pero también dolor. Veo
derrumbarse al padre de Petra. La palabra que has escogido no tiene sentido para mí, pero no
importa, me da igual.
Por fin has hablado.

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Calli
Calli se removió en la cama. El calor de la bochornosa mañana de agosto en Iowa se
adensaba en elcuarto, colgaba, pesado y húmedo, a su alrededor. Hacía horas que había
apartado a puntapiés la colcha de felpilla blanca y las sábanas, y el camisón de algodón rosa se
le había arrebujado en la cintura. Por la ventana abierta, con la mosquitera puesta, no entraba
ni un soplo de brisa. La luna estaba baja y su luz lechosa (una lámpara tenue, insuficiente) se
tendía en el suelo del cuarto. Callise despertó, vagamente consciente de que alguien se movía
abajo. Su padre, preparándose para ir a pescar. Oyó sus pasos firmes y seguros, tan distintos
al andar rápido y leve de su madre, y a las zancadas vacilantes de Ben. Se sentó entre el rebujo
de ropa de cama y animales de peluche, incómoda con la vejiga llena, y apretó las piernas
intentando dominar la urgencia de ir al baño. Su casa tenía...