Helen R
Apareció en la oscuridad, como un sueño; salvo que, en los sueños de Francesca
Jones, no aparecían hombres desnudos sufriendo amnesia. Frankie no podía negarse
a ayudar a un hombre necesitado, y éste la necesitaba más de lo que ella imaginaba.
"Johnny" había perdido la memoria; pero, instintivamente, reaccionó a la piel
satinada de Frankie y a sus dulces manos. Con absolutagenerosidad, ella le ofreció
su casa y su corazón, pero Johnny no tenía derecho a amarla porque... ¿que podía
ofrecerle cuando ni siquiera sabía cómo se llamaba?
Prólogo
Llevaba horas conduciendo desde que partió en la ciudad de Oklahoma para
comer; eso, más el esfuerzo de conducir de noche, lo estaba agotando. Incapaz de
decidir qué le dolía más, si los ojos o la espalda. Vio la señal verde y blancaa su
derecha y lanzó un gruñido, todavía le quedaba una hora y media más de tortura para
llegar a Houston.
Ahora, para colmo de males, se estaba quedando sin gasolina y ya no aguantaba
más sin estirar las piernas. Sin embargo, a parte ele la gasolinera que había visto
anunciada en la misma señal que indicaba el kilometraje, la siguiente área de servicio
estaba a tinos treinta y cinco kilómetros.Dudaba que el coche tuviera la suficiente
gasolina para llegar allí. Lo tenía bien empleado por haberse negado a parar en la
gasolinera anterior al ver el logotipo de la compañía, no estaba dispuesto a darles más
dinero después ele lo que había perdido en la bolsa por su culpa.
¿Por qué demonios no había ido en avión a Texas como solía hacelo?
«Porque Sidney te ha dicho que tenías que tomarte unosdías de descanso».
Lo primero que iba a hacer cuando llegara al hotel sería llamar a su compañero de
golf' y médico para decirle lo que podía hacer cuando tuviese otro ataque de locura:
-Tienes la tensión por las nubes -dl lo imitando a su amigo Sid-. Relájate o
acabarás jugando al golf con Paul Getty y Diamond Jinl Brady en el club cíe campo del
paraíso.
¿Y qué había hecho? Cuando surgió el viajede negocios a la ciudad de Oklahoma
y a Houston, dejó que Sid le convenciese para que alquilase un coche y fuera allí desde
Chicago. ¡Conduciendo!
-Disfruta del paisaje para cambiar. Luego, después de acabar con los negocios,
toma un vuelo y vete a las islas Cavnlan a pasar una semana y a respirar aire puro.
Hazlo por mí, ¿de acuerdo?
Bien, en la prirnera oportunidad, le diría a Sid que, si elGran Contable del
paraíso quería que perdiese su tiempo cruzando en coche la geografía más llana del
país, no debería haber dejado que el hombre inventase los aviones.
Lanzó un suspiro de exasperación cuando tomó la salida hacia la gasolinera
Peavy's Country Store & Gas, esperando que esa gasolinera ofreciese el servicio de
veinticuatro horas que anunciaba.
Cuando se paró delante de un cruce siniluminar, se dio cuenta ele que estaba
rodeado de pinos. No sólo eso, no veía ninguna luz por ninguna parte, y mucho menos
tina construcción.
«Esto es como para echar de menos Chicago en la hora punta».
Con un suspiro de resignación, giró a la derecha, tal y como la flecha indicaba, y
deseó poder intercambiar unas palabras con los ecologistas que se quejaban del
exceso de población. Lo único quehabía ahí en exceso eran árboles.
Siguió medio kilómetro lnás. La vista no cambió, la oscuridad seguía envolviéndolo
gracias al bosque al que se aproximaba. Lo único que las luces iluminaron era...
-¿Qué diablos...?
Los faros de su coche alumbraron un coche blanco que le puso de un humor de
perros al ver que el conductor era una mujer.
Justo lo que necesitaba, más problemas de mujeres.
De haber sidoun hombre, habría continuado su camino y se lo habría notificado
al encargado de la gasolinera; sin embargo, no había tenido esa suerte. La mujer
estaba junto a su coche agitando un pañuelo blanco con la mano.
Encendió el intermitente y aparcó al lado de la morena con minifalda. Cuando
bajó el cristal de la ventanilla, ella se colocó una etano en el exagerado escote de la
blusa y se inclinó...
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