Helena De Scilly Dancourt. La Construcción Del Amor Divino, Celestial Y Puro En “De Sobremesa”, De José A. Silva.

Trabajo Práctico obligatorio – Literatura y cultura Latinoamericana I



Helena de Scilly Dancourt. La construcción del amor divino, celestial y puro en “De sobremesa”, de José A. Silva.



Ignacio A. Cano

UNMDP

2011





















Helena de Scilly Dancourt. La construcción del amor divino, celestial y puro en “De sobremesa”, de José A. Silva.



ParaJosé Fernández –a diferencia de sus maestros europeos- sólo existen dos alternativas, mujeres ángeles o mujeres demonios, sin matices ni probabilidades reales de establecer vínculos con ellas.

María Minellono.

Vestida de blanco, sentada en musgosa roca, yo arrodillado a sus pies, con la frente febril apoyada en sus rodillas, acariciarían mi cabeza sus largas manos pálidas, y la cariciaderramaría en mí, no la fiebre voluptuosa del amor humano, sino la calma luminosa del amor divino.

José A. Silva, “De sobremesa”.



Si consideramos con cierto cuidado la construcción y realización de las diversas figuras femeninas que aparecen involucradas en la historia del relato que Silva nos ofrece en su novela “De sobremesa” (1925), advertiremos con escaso esfuerzo el recurso a dosformas fundamentales, a dos tipos bien definidos de mujer cuyo carácter y naturaleza respectivos se manifiestan tanto en las formas y modos del discurso empleados, como en el contenido conceptual de los momentos descriptivos y narrativos que las refieren, las aluden o insinúan. El objetivo de las páginas siguientes es caracterizar el modo particular en que se construye y configura la figura femeninaceleste, divina y pura en el texto, tomando como referencia representativa principal al primer encuentro entre Helena de Scilly Dancourt y el narrador que protagoniza la historia y señalando asimismo contrastes con el otro modelo femenino de fuertísima presencia en la obra.

Si bien la participación de Helena en la novela se reduce prácticamente a la secuencia de su encuentro casual con JoséFernández, en el comedor del hotel de Ginebra donde se hospeda con su padre, será la misma una imagen recurrente en el resto de la obra. Fernández se encargará de idealizarla, recrearla y reconocerla, por ejemplo, en un cuadro pintado por Siddal –en realidad no es ella sino su madre, pero el parecido es absoluto- con un traje fantástico, manto blanco y lirios pálidos en las manos. M. Minellono señalaen su Estudio Preliminar, que “situada en la distancia máxima de la ficción, Helena es la desrealización de la carne en el trazo y el color, el objeto deseado pero imposible cuyo origen y destino se comprometen con procedimientos propios de la creación artística, particularmente de la plástica”[1] De este modo, Fernández irá retomando y modelando esa ficción auto-construida a partir del mínimoacontecimiento y la figura irá adquiriendo una distinción notable[2]. A este respecto, Minellono agrega que “Helena ha sido su creación y en ella han convivido simultáneamente una concepción de la mujer, un canon de belleza y la idealización del amor en un plano de trascendencia”[3]

Centrando la atención en la construcción de la figura de la mujer ángel que M. Minellono menciona en el fragmentoque transcribí a modo de epígrafe, advertimos dos mecanismos particulares que singularizan las instancias del texto dedicadas a la misma. El primero de ellos tiene que ver con la intensificación de las referencias artísticas para describir a Helena[4]: “El abrigo de viaje y el sombrero le darán cierto parecido (…) con el retrato de una princesita hecho por Van Dyck, que está en el Museo de LaHaya”[5], sus manos se asimilarán a “las manos de Ana de Austria, pintadas por Rubens”; la dama será, de este modo, su conductora hacia la luz, su Diotima y su Beatriz[6]. Un pasaje cuya carga y musicalidad poética resultan notables en el marco de la prosa[7], finaliza asimismo con una cita artística: “Tenía algo del encanto con que me fascinan ciertas músicas, ciertas frases de Bach y de...