hijo de ladron pdf
D E
M A N U E L
L A D R Ó N
R O J A S
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HIJO
DE
LADRÓN
Primera parte
-1¿Cómo y por qué llegué hasta allí? Por los
mismos motivos por los que he llegado a tantas
partes. Es una historia larga y, lo que es peor,
confusa. La culpa es mía: nuncahe podido pensar
como pudiera hacerlo un metro, línea tras línea,
centímetro tras centímetro, hasta llegar a ciento o a
mil; y mi memoria no es mucho mejor: salta de un
hecho a otro y toma a veces los que aparecen
primero, volviendo sobre sus pasos sólo cuando los
otros, más perezosos o más densos, empiezan a
surgir a su vez desde el fondo de la vida pasada.
Creo que, primero o después,estuve preso. Nada
importante, por supuesto: asalto a una joyería, a una
joyería cuya existencia y situación ignoraba e ignoro
aún. Tuve, según perece, cómplices, a los que
tampoco conocí y cuyos nombres o apodos supe
tanto como ellos los míos; la única que supo algo
fue la policía, aunque no con mucha seguridad.
Muchos días de cárcel y muchas noches durmiendo
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MANUEL
ROJAS
sobreel suelo de cemento, sin una frazada; como
consecuencia, pulmonía; después, tos, una tos que
brotaba de alguna parte del pulmón herido. Al ser
dado de alta y puesto en libertad, salvado de la
muerte y de la justicia, la ropa, arrugada y manchada
de pintura, colgaba de mí como de un clavo. ¿Qué
hacer? No era mucho lo que podía hacer; a lo sumo,
morir; pero no es fácil morir. No podía pensaren
trabajar -me habría caído de la escalera- y menos
podía pensar en robar: el pulmón herido me
impedía respirar profundamente. Tampoco era fácil
vivir.
En ese estado y con esas expectativas, salía a la
calle.
-Está en libertad. Firme aquí. ¡Cabo de guardia!
Sol y viento, mar y cielo.
-2Tuve por esos tiempos un amigo; fue lo único
que tuve durante algunos días, pero lo perdí: así
comoalguien pierde en una calle muy concurrida o
en una playa solitaria un objeto que aprecia, así yo,
en aquel puerto, perdí a mi amigo. No murió; no
nos disgustamos; simplemente, se fue. Llegamos a
Valparaíso con ánimos de embarcar en cualquier
buque que zarpara hacia el norte, pero no pudimos;
por lo menos yo no pude; cientos de individuos,
policías, conductores de trenes, cónsules, capitaneso gobernadores de puerto, patrones, sobrecargos y
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HIJO
DE
LADRÓN
otros tantos e iguales espantosos seres están aquí,
están allá, están en todas partes, impidiendo al ser
humano moverse hacia donde quiere y como quiere.
-Quisiera sacar libreta de embarque.
-¿Nacionalidad?
-Argentino.
-¿Certificado de nacimiento?
-No tengo.
-¿Lo ha perdido?
-Nunca tuve uno.
-¿Cómo entró aChile?
-En un vagón lleno de animales.
(No era mentira. La culpa fue del conductor del
tren: nuestra condición, en vez de provocarle
piedad, le causó ira; no hizo caso de los ruegos que
le dirigimos -¿en qué podía herir sus intereses el
hecho de que cinco pobres diablos viajáramos
colgados de los vagones del tren de carga?- y fue
inútil que uno de nosotros, después de mostrar susdestrozados zapatos, estallara en sollozos y
asegurara que hacía veinte días que caminaba, que
tenía los pies hechos una llaga y que de no
permitírsele seguir viaje en ese tren, moriría, por
diosito, de frío y de hambre, en aquel desolado
Valle de Uspallata. Nada. A pesar de que nuestro
Camarada utilizó sus mejores sollozos, no
obtuvimos resultado alguno. El conductor del tren,
más entretenido queconmovido ante aquel hombre
que lloraba, y urgido por los pitazos de la
locomotora, mostró una última vez sus dientes;
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MANUEL
ROJAS
lanzó un silbido y desapareció en la obscuridad,
seguido de su farol. El tren partió. Apenas hubo
partido, el hombre de los destrozados zapatos
limpió sus lágrimas y sus mocos, hizo un corte de
manga en dirección al desaparecido conductor y...
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