Hijos
Era una mañana como cualquier otra. Yo, como siempre, me hallaba de mal humor.
Los regañé porque se estaban tardando en desayunar, los regañé porque no dejaban de jugar conlos cubiertos y los reprendí porque masticaban con la boca abierta. Ya era hora de irnos a la escuela.
Comenzaron a rezongar y entonces Ro derramó la leche sobre su uniforme, furioso lo levanté por elcabello y te empuje hacia un lado violentamente para que se fuera a cambiar de inmediato.
Camino a la escuela no hablaron, sentados en el asiento trasero del auto llevaban la mirada perdida, sedespidieron de mi tímidamente y yo solo les advertí que no se portaran mal.
Por la tarde después de que regresé a la casa luego de un día lleno de trabajo, los encontré jugando en el jardín delcondominio. Llevaban puesto los uniformes y estaban muy sucios, frente a sus amiguitos les dije que debían cuidar la ropa y los zapatos, que parecía no importarles mucho el sacrificio de sus padres paracomprar sus uniformes y toda la ropa que usan. Les hice entrar a la casa para que se cambiaran y mientras caminaban en frente de mi les dije que caminaran derechitos.
Más tarde continuaron haciendo ruidoy corriendo por toda la casa.
A la hora de cenar arrojé la servilleta sobre la mesa y me puse de pie furioso porque Re no paraba de jugar. Con un golpe sobre la mesa grité que no soportaba más eseescándalo y me fui a mi cuarto.
Al poco rato mi ira comenzó a apagarse.
Me di cuenta que habia exagerado mi conducta y tuve el deseo de salir de la recámara a darles un beso, pero no pude me ganó elorgullo. Luego escuché unos golpecitos a la puerta, dije adelante, era Re. Abrió muy despacito y se mostró indecisa en la entrada a la habitación. La miré con serenidad y le pregunté si se iba adormir, o si venía a despedirse. No contestó y caminó lentamente hacia mí con sus pasitos y sin que lo esperará aceleró su andar para abrazarme cariñosamente.
La abracé y con un nudo en la garganta...
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