Himno Del Angel Parado En Una P Hernan Rivera Letelier

Páginas: 221 (55236 palabras) Publicado: 12 de abril de 2015
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Grupo Santillana

1

Con un suave golpeteo familiar —la mano de
revés; medio con el anillo, medio con las uñas—,
el hombre llama a la puerta. Espera un rato
prudente que ocupa en desprenderse una hilacha de
la manga y, luego, de la misma manera, vuelve a
llamar. Con la vista baja, contemplando elcuero
sin brillo de sus zapatos de muerto, mientras
tamborilea los dedos en el muslo, espera otro rato
y llama por tercera vez, ahora usando la pura parte
maciza del anillo. Sobre su cabeza, en ángulo casi
recto, un sol paralítico caldea insoportablemente
su entierrado traje negro fuera de época y hace
arder la erosionada costra de caliche bajo sus
pies. Distraído, con la vista vuelta hacia lacalle
desierta, pero sin atender a nada en particular, el

hombre vuelve a insistir. Después, apesadumbrado
por la demora, golpea dos veces más, esta vez
usando sólo los nudillos y olvidando por completo
su liviana manera inicial. Tratando de mantener la
compostura, de no perder la calma, levantando la
vista hacia el cielo con resignación, el hombre
aguarda por otro instante, aunque más corto que
losanteriores, y, con el puño ahora en forma de
martillo, en una sucesión de golpes mucho más
potentes y seguidos, vuelve a tocar. Casi sin
pausas, apisonado por el sol, toca una dos, tres
veces más. Con la cabeza gacha, una mano
apoyada en el marco de la puerta y la otra en el
hueso de la cadera, se queda un momento en la
actitud de querer captar algún ruido: sólo se oyen
el silencio y el crepitarde las calaminas ardientes.
La casa, la calle, el mundo entero, parecen como
sumergidos en una milenaria siesta de arqueología.
Ni siquiera la negrura de un jote tizna la pavorosa
luminosidad del cielo. Con golpes rudos, rápidos,
sin
detenerse
a
esperar
resultados,
desencantadamente, el hombre vuelve a insistir.

Tras aguardar por otra eternidad de segundos, con
ademán ansioso, turbado elsemblante, se pone a
hurgar en los bolsillos de su vestón hecho jirones:
junto a unos granos de arena quemante, extrae un
cortaplumas herrumbrado y un par de fichas de
caucho (una vale por un hectolitro de agua y la otra
por una palada de carbón). Deja caer la arena por
entre los dedos, repone las fichas en el bolsillo y
usando el objeto de metal a guisa de aldaba,
vuelve a la carga. Implorante, sinninguna clase de
escrúpulos, el hombre golpea y golpea sin
intermisión; golpea hasta quedar aplastado contra
la puerta como un pobre borracho matinal. Tras un
rato de tregua, con unos lánguidos golpecitos
desarticulados, mirando el suelo a su alrededor,
vuelve a llamar. Mientras golpea, sus ojos
erráticos no dejan de escudriñar el suelo a derecha
e izquierda como si buscaran algo.
Después, delirante,prosternado ante la puerta,
pidiendo sin voz que por favor le abran, mientras
un amasijo de lágrimas y arena corre por sus
mejillas irredentas, el hombre, con una piedra

redonda como canica, reanuda los golpes en la
puerta de esa casa en escombros de aquella vieja
salitrera abandonada…

2

Lo primero que se le vino a la mente a
Hidelbrando del Carmen al despertar, fue que ese
día en el cineLatorre daban una película de Rosita
Quintana. Después, mientras comenzaba a recordar
un sueño, se incorporó a medias en la cama.
Hacía dos noches que estaba durmiendo con la
cabecera puesta para los pies. Una rata enorme,
fláccida, fosforescente, había resbalado desde el
muro de la iglesia la noche anterior cayéndole en
pleno rostro. La había sentido pesada como un
gato. De modo que ahora, antes deestirar la mano
en la oscuridad, titubeó un instante sin saber bien
de qué lado estaba el velador. Cuando se hubo
situado, tanteó los fósforos, raspó uno y encendió
la vela.

Herido por la trémula luz de la llama que pobló
de ángeles amarillos el clima de la pieza
misérrima, se quedó un momento sentado en la
cama. Somnoliento, manoteando en su memoria
como a través de pegajosos visillos de...
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