Hist diego
El tiempo voló, pues en un abrir y cerrar de ojos habían pasado 2 horas. Mi reloj ya marcaba las 8 y todavíaseguía en mi casa.
Fue en ese momento, cuando una vocecilla me dijo “tienes que estar en casa de Diana en menos de treinta minutos”. Seguramente era mi conciencia, raro, pero le hice caso y salí de micasa como un misil. Solamente cogí unos billetes de mi buró y listo.
Llegué justo a la hora, ahí estaba ella esperándome en la puerta del edificio, tan bella como siempre. Vestida con la ropa quemejor le quedaba, y lo más importante, con esa maravillosa sonrisa, que hacía que todo lo malo que hubiese pasado ese día quedase en el olvido.
Subió al auto y decidimos ir a “La espuma”, un nuevolugar en el que bailas en medio de pompas de jabón.
No transcurrieron ni quince minutos, cuando una patrulla me pidió que me orillara.
Acto seguido bajó un oficial y me dijo:
- Joven, su carrono circula el día de hoy, lo vamos a tener que remitir al corralón -
En ese momento recordé que era viernes y efectivamente no le tocaba circular. (Lo que pasa es que por lo general yo salgo lossábados).
- No hay problema, ni modo -. Le dije.
A lo que el replicó:
- A ver enséñeme sus papeles, ya sabe Tarjeta de circulación, LICENCIA de conducir -
Fue al escuchar esa palabra con Lcuando sentí que “la Virgen me hablaba”, pues recordé que mi licencia se había quedado en mis otros pantalones.
- Este, mire, verá… No traigo mi licencia – Le susurré
Diana me miró de tal forma,que si sus ojos fueran pistolas, hubiera muerto al instante.
- Ya ve mi joven, otra multa. Espérense aquí en lo que viene la grúa – Dijo el Policía en tono burlón.
Ahí estábamos, eran las 8.52p.m. en la esquina de Jacarandas y Girasoles, esperando a que la grúa hiciera su aparición. Lo que ocurrió hasta las 10:20 p.m.
En todo ese tiempo, Diana ni siquiera me miró.
Total, para no...
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