Historia de las orgias
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A Arquimbaldo, obispo de Sens en el siglo diez, «le gustaba tanto la abadía de San Pedro que expulsó a los monjes, estableció un harén de concubinas en el refectorio e instaló sus halcones y sus perros de caza en el claustro».
Untorrente inagotable de protestas acompaña los intentos de la Iglesia por imponer el celibato a sus ministros. Los fieles solían apoyar a su sacerdote cuando exigía una esposa, ya que sabían demasiado bien que, de lo contrario, buscaría consuelo entre las suyas. A Enrique tercero, obispo de Lieja, se le conocían sesenta y cinco hijos ilegítimos, y en Alemania el término pfaffenkind (p, f, a, f, f, e, n,k, i, n, d) es una palabra conocida que significa «bastardo». Los monjes de Saint-Théodard imponían a los habitantes de Montauriol la jus primae noctis (que indudablemente existía, como ha demostrado Ducange, por mucho que algunos lo nieguen). La presión de la Iglesia no surtía efecto, y las energías sexuales seguían encontrando una salida eficaz y constante, a un ritmo, además, algosorprendente. Pero los tiempos iban cambiando. Las reformas de Hildebrando (H, i, l, d, e, b, r, a, n, d, o) hicieron extensivo a los clérigos el requisito del celibato y, más o menos por la misma época, se produjo un cambio negativo en las costumbres sexuales de la gente. La abstinencia de actividad sexual conduce a una preocupación casi obsesiva con el tema, de modo que los síntomas psiconeuróticos y lasalucinaciones sexuales se desarrollaron en grado realmente asombroso. Una tremenda invasión de íncubos y súcubos asoló los dormitorios de Europa. Se trataba de visitantes nocturnos relacionados —en la mente cristiana— con la magia y el demonismo, que infligían a las personas afectadas vejaciones de carácter siempre sexual. Aquellas apariciones se producían con particular frecuencia en losconventos y parecían ser altamente contagiosas.
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La siguiente historia nos puede ayudar a formarnos cierta idea de aquellos visitantes:
Goerres, sacerdote, fue llamado a exorcizar a una muchacha de veinte años a quien perseguía un íncubo. Ésta es su versión de lo ocurrido:
«Ella me contó sin rodeos lo que el espíritu maligno le había hecho. Después de escuchar su relato,me quedé con la impresión de que, a pesar de su resistencia, había recibido al demonio con una especie de consentimiento indirecto. De hecho, era la excitación violenta de sus órganos sexuales lo que la advertía de la llegada del íncubo; cuando esto sucedía, en lugar de recurrir a la oración, corría a tenderse en su cama. Traté de inspirarle un sentimiento de confianza en Dios, pero sin éxito.Parecía asustarla la idea de verse libre del demonio.» Salta a la vista que Goerres no era tonto. Incluso algunos médicos de la época reconocían o, cuando menos, sospechaban el origen de tales fenómenos, y Chaucer señala, flemático, que las manifestaciones de seres sobrenaturales se hicieron menos frecuentes cuando aparecieron los frailes errantes (que tenían fama de establecer relaciones sexuales...
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