historia de poemas








































Habíamos olvidado por completo que año era, ni siquiera podíamos recordar con claridad el día en que nos encontrábamos. Sólo éramos conscientes del hecho de tener que –en pequeños grupos de tres o cinco personas– ocultarse para lograr sobrevivir en aquella ciudad destruida, de la que sólo quedaban escombros de losedificios que alguna vez llegué a admirar.
Frecuentemente nos reuníamos en las ruinas de las casas, nunca por un largo periodo, nos teníamos que mover con frecuencia, ya que de no hacerlo seríamos descubiertos y asesinados.
Lográbamos sobrevivir en tales condiciones al saquear supermercados y abastos abandonados, a los que aún les quedase comida y, en unas bolsas de material impermeable guardábamoslas reservas. Aunque nunca era tan fácil como sonaba, en algunas ocasiones, los locales se encontraban totalmente vacíos, por lo que también había periodos de hambre, de los que nunca era seguro si se lograría sobrellevar.
Para asegurar nuestra seguridad, llegamos a saquear una tienda de armas –las que sólo se usarían en caso de peligro extremo, por supuesto–. Para mi había sido la primera vez enesa clase de tiendas, por lo que opte por tomar la primera que llamo mi atención –aunque gracias a uno de nuestros compañeros supe que se trataba de un fusil de asalto automático–, con una gran cantidad de munición –la que llevaba en una especie de correa alrededor de mi cadera–. Uno de mis compañeros llevaba una ballesta –muy bien diseñada, por cierto–, con unas treinta o veinticinco flechas ensu espalda–. Era muy bueno para controlarla, su disparo era bastante preciso, y aunque me daba curiosidad, no era capaz de preguntarle como lograba ser tan ágil en eso–. Otro de nosotros, portaba una hermosa espada –se notaba que crearla había representado un gran esfuerzo –o eso me parecía.–, tenia millones de detalles en la hoja –me encantaba.–. Y por último el más ágil de nosotros se defendíacon un par de pistolas y, al igual que yo, llevaba la munición en un cinturón al nivel de la cadera, pero además de eso, sin que los demás supiesen, portaba una daga oculta en la parte interior de la pantorrilla –yo lo sabia gracias a que en medio del saqueo lo había logrado ver guardando la daga en aquel lugar–.
También, para asegurarnos de que nuestros disparos no serían un malgasto de munición,llegamos a entrenar en la parte trasera de la tienda –ésta poseía una habitación especialmente diseñada para ello–.

Otra cosa era que, como yo resultaba ser la única que sabía cocinar y nuestro grupo era pequeño yo me ocupaba de la comida –aunque tampoco me representaba mucho esfuerzo puesto que cuando todo era "normal" yo me ocupaba de los quehaceres de mi casa en lugar de mi madre, y entreesos se incluía el cocinar–. Aunque lo único singular de esta comida era que sólo podía ser preparada en una especie de cuenca al fuego. No existía otra manera, debido a las condiciones en las que nos encontrábamos. Aunque con el tiempo, optamos por la comida en latas. Resultaba mucho más práctico.

–¿Es hora de la comida, Alexz? –Preguntó Elliot, el líder del grupo en ese entonces y el portadorde la daga y las pistolas–.
–Casi –respondo, siendo un poco indiferente–, un par de minutos y será la hora justa, ¿Puedes llamarlos ahora? Iré a prepararlo todo –no pude evitar sonreír –la hora de la comida era el único momento que lograba tranquilizar mi ser, el momento en el que todo parecía tener más calma y en el que todos disfrutaban de algo en conjunto.–.
–Está bien –asintió y se fue abuscar a nuestros compañeros–.
–Los platos los deje... ¡Oh! Sí, en aquella bolsa –hablaba en voz alta para mí, mientras preparaba todo para el almuerzo–.
Aunque estuviésemos en tales condiciones, yo me negaba a dejar de utilizar platos y cubiertos para comer –algo ridículo, pero era cosa mía y como yo me ocupaba de los alimentos me dejaban tranquila, eso sumado al hecho de que sólo éramos cuatro...