Historia De Un Altercado
Víctor Cuchí Espada
Primer plano. El Ayuntamiento se reúne y toma una decisión
Tal vez un regidor se asomó por la ventana y se dijo, con esa vehemencia que al mismo tiempo produce colitis y urticaria: ¿quién los puso ahí?, ¿quién pudo haber autorizado clavar esos enormes cepillos enlas calles que rodean a la Plaza mayor? El que levantaba en la esquina de Tacuba y Empedradillo alcanzaba el segundo piso y enfrente suyo dos atravesaban la cuadra del palacio municipal, cada uno con cinco crucetas que ataban un tendedero de alambres de hierro.
Había que tomar una decisión. El problema era sencillo: la ordenanza en vigor desde 1840 adjudicaba al Ayuntamiento de la Ciudad deMéxico el cuidado de las calles y en el folleto que una tal Compañía Telefónica de México nada decía acerca de que el sistema ocuparía el espacio de la ciudad, sólo que un instrumento que ahorraría a los comerciantes y empresarios “mensajeros que cuenten torpezas; no hay demoras” y en cambio prometía que “todas horas del día y de la noche tiene Ud. en su casa un fiel guardián, guardián incorruptible yque no se embriaga…”
Los postes en verdad mutilaban la plaza y las calles hasta la Alameda; era imposible no verlos. Con lo que costaba cada año la pavimentación de la ciudad.
Este asunto fue uno de los primeros en el orden del día de la sesión del 9 de febrero de 1883. La pregunta de quién puso esos postes ahí (y allá) condujo a que aflorara una irregularidad administrativa. La respuestasencilla era No los había puesto nadie, o si acaso algunos contratistas de la madera a pedido de una Compañía Telefónica Mexicana. Pero en la sesión del 19 de enero pasado se había evidenciado que el permiso municipal le había sido concedido a A. G. Greenwood en 1881. La Comisión de Policía estudió el asunto: si Greenwood tenía permiso, ¿por qué la Compañía Telefónica Mexicana había enclavado esospalos? Tenía que haber una infracción a los bandos. La memoria institucional suele ser larga; los gobiernos suelen imaginarse como tigres, pero son ciertamente como elefantes (y longevos como tortugas). Y es que en el permiso de Greenwood había una condición: firmada por Antonio Rivas Mercado y Manuel Campuzano decía que debía el concesionario enterrar sus líneas debajo de las banquetas.
Entonces,¿qué hacen ahí esos postes, clavados para la posteridad en la inmortalidad de las fotos de la época?
Procedía una sanción previsible. Pero arraigada estaba la cultura de negociar los mandatos de la autoridad, en nombre del bien público. Los hombres del Ayuntamiento pertenecían al grupo al cual el teléfono estaba dirigido. El regidor Francisco del Paso y Troncoso lo apuntó: quitar los postes dejaríaa la ciudad sin un producto útil y moderno, además de que quebraría a una empresa cuando más el país necesitaba de capitales extranjeros; es necesario, pues, autorizar a condición de que la empresa firmara un contrato que estipulase que no cedería su permiso sin el consentimiento de la autoridad.
¿Cuál permiso? ¿Dónde constaba que la Compañía Telefónica Mexicana podía erigir una red de postes yalambres por las calles de la ciudad de México? El regidor Lorenzo Ceballos no pudo por menos que disentir por escrito del dictamen de la Comisión de Policía: Mexicana violaba la ley porque su red estaba expresamente prohibida por la concesión de Greenwood. Por añadidura, los palos estorbaban el tránsito de peatones y vehículos por las calles y avenidas de acceso, los arriesgaban “…con la caída deun poste de cuarenta pies de altura…”En cuanto a la disposición de sus colegas a pasar por alto, por puro utilitarismo, el tema de la propiedad aceptando prontamente los argumentos del abogado de Mexicana, Genaro Raygosa, Ceballos lamentó: “Extraño parece que el hábil y distinguido jurisconsulto que patrocina la Compañía telefónica alegue como justo: 1° Que los actuales representantes y la...
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