Historia De Un Duelo
En mis 61 años de vida, he tenido que vivir y sobrevivir muchas y dolorosas pérdidas: Mis abuelos maternos, Mis padres, los padres de Evita mi esposa, la muertede su hermano y amigo mío, por la influencia que tuvo en mi vida.De todas ellas, las más cercanas han sido la muerte de nuestros hijos. De todas ellas, recuerdo con gran dolor la muerte de nuestraprimera hija. Ella nació prematura, de 27 semanas por ruptura de la fuente y la lógica inducción del parto. Vivió 12 días y falleció. Fue una muerte inesperada, no había ni siquiera sospecha de que estopudiera suceder. Para nosotros, padres primerizos, toda caminaba bien y esperábamos activamente la llegada normal al fin de los 9 meses. Construíamos su habitación con los muebles que mi esposasiempre soñó. Gozábamos seleccionando el nombre de nuestro angelito; nuestra relación era fantástica, estable, de enorme paz, gozo y esperanza.Cuando se presentó el problema de la ruptura de la fuente, fuesorpresivo. Mis conocimientos y tal vez mis mecanismos de defensa no me permitieron ver la gravedad del problema. Siempre pensé que nuestra campeona, saldría adelante.Noticia: Tenemos una hija; estáen cuidados intensivos. Tuve un curso rápido para entender la gravedad del asunto: Nacimiento prematuro, ruptura de fuente, 27 semanas, cuidados intensivos. Resultado, no pude ver a mi hija viva yquería desesperadamente mantener la esperanza de un milagro o que todos estaban exagerando no sé por qué.Todos esos días, Evita y yo tomábamos un camión para ir al hospital, hacer una larga fila pararecibir al fin del día, el estado de salud de nuestra hijita. 11 de esas ocasiones, recibimos en reporte: su hija está grave...Nueva palabra que tuve que asimilar en esta lección de vida.Finalmenterecibimos la noticia: Su hija está agónica; casi nos derrumbamos. ¿A dónde ir? ¿Qué hacer? ¿Cómo convencerme y convencer a Evita que eso no era cierto? ¿Quién puede darnos una luz, una dirección, un...
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