Historia final
¡………GOOOOOOLLLLLL DELTULUAAAAAAAÁ…………..! Gritó el narrador, fue un grito cansino, casi sin ganas, pero fue suficiente para sacar al viejo de sus pensamientos y para que sonriera viendo a su nieto saltar de la emoción. Cuando el niño se calmó, y se dio cuenta que la sonrisa del viejo no era por el gol en sí, sino por su alegría, retiró su atención del televisor para preguntarle lo que hacía tiempo le quería preguntarpero que nadie lo dejaba. “Abuelo, si a ti te gusta tanto el fútbol, ¿por qué no tienes equipo?"
El Viejo respiró profundo, casi como un suspiro, mientras se sumergía en esos recuerdos teñidos de verde que hoy no sabía si lo mantenían vivo o lo estaban matando, entonces, con una media sonrisa de esas que más parecen de tristeza, le respondió “Es cierto, hoy no tengo equipo, pero lo tuve, y vayaque lo tuve, y que grande que fue, prácticamente infinito. Al ver los ojos curiosos del niño, le hizo una promesa que no sabía si podía cumplir: “Quieres saber realmente qué es un equipo de futbol, uno de verdad, termina de ver ese partidito de aficionados, damos una vueltica y sabrás de mi boca que es un equipo que mientras existió fue grande de verdad”.
Mientras trascurría el partido delTulúa, por ese entonces el único equipo que quedaba del Valle en primera división, el Viejo trataba de hilvanar su historia, de separar sus recuerdos, los hechos reales de las fantasías, y cómo hacerlo, si ese pasado mitológico y majestuoso de su Deportivo Cali del alma, estaba enmarcado en momentos inverosímiles, en historias mágicas e irrepetibles, a veces por lo tristes, a veces no. Ya algo se leocurriría para contarle a su nieto, algo que no fuera tan triste; ya había llorado lo suficiente como para hacer llorar al niño.
El niño contaba los minutos para que acabara el partido, estaba ansioso de escuchar la historia de su abuelo; muchas veces lo había visto abuelo llorar en silencio, y algo le decía que de una vez por todas, esa tarde sabría la razón. Apenas terminó el partido, lo miró yle hizo saber que no tendría escapatoria, que no habría excusas válidas para aplazar ni el paseo ni la historia. El Viejo, esta vez sí, suspiró completo y resignado fue a prender su carro, mientras su nieto, sin pensarlo mucho se subía y se abrochaba el cinturón.
Cuando llegaron al estadio, allá cerca al Aeropuerto, El Viejo no había comenzado a hablar, el niño respetaba su silencio, pero...
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