Historia Inacabada De Un Bandido

CAPÍTULO I

Villa de Catral, marzo de 1806

-Jaime, el de Crevillente, ha matao al Zurdo. Le ha descerrajao un trabucazo a menos de dos metros, y si el alma esta en el pecho, el Zurdo no tenía, o eso o también se la ha destrozao con el disparo.

-Crispín, no jodas la mañana o te asaeto los hijares, el Zurdo viene de camino desde Catral, y sabes como las gasta con tus bromas, una mas yte arranca la lengua.

Pencho el Pijo terminaba de cocer tres huevos que encontró en la alacena de la barraca que habían asaltado el día anterior. Fue una carnicería, uno de esos días malos del Zurdo, en los que su naturaleza más salvaje le incitaba a ensañarse con las víctimas. Murieron todos, el padre, la madre, dos niños sucios que no llegaban a la adolescencia y una mujer ya mayor, la abuelasuponía el Pijo. El padre fue el primero en caer, una navaja de tres muelles casi lo decapita, la madre recibió un tremendo puñetazo en la garganta que si no la mató en el acto si le vino bien para no sentir dolor cuando el Zurdo le abrió un canal desde su sexo hasta bien comenzado el cuello. Los niños y la abuela simplemente fueron degollados. La economía en la pólvora y en la siempreescasa metralla para los trabucos, era ley en la facción del Zurdo. Sólo ante soldados o en momentos de apuro, se prestaban al uso de las armas de fuego. El trabuco por su ancha boca que permitía una rapidísima carga y admitía la más variada munición piedras incluidas, era el arma preferida por bandidos y aun por gente común. Si bien no servía para la caza, y su alcance efectivo no iba más allá delos quince metros, permitía tirar al bulto, por lo que a distancias cortas era acierto seguro. Así que bien por economizar, bien por su gusto a lo desmedido y regusto por el sufrimiento del prójimo, el Zurdo obligaba a su gavilla no utilizar las armas de fuego más que cuando el enemigo o presa dispusiera también de ellas.
-¿Dónde están los demás, cómo ha sido eso?
-Van tras el Jaime, aunque oídecir al Pelagatos que sería mejor esperarle allí donde tarde temprano debía ir a parar, a su casa. Según corría no creo que le den alcance. Jaime descubrió al Zurdo en plena vendimia en los campos que guarda, los del tío Josef. Le hizo cara amenazándolo con el trabuco, el Zurdo comenzó a blasfemar al tiempo que lentamente se alejaba, pero bastó que me viera para dar media vuelta, sacar lanavaja de la faja y echar a correr hacia Jaime, quien por un momento quedó tan sorprendido que no reaccionó hasta olerle el aliento al otro y fue entonces cuando disparó. Por Dios que no he visto en mi vida mayor herida que el boquete que le hizo al Zurdo, y no era para menos, porque el trabuco es naranjero* y bien alimentado.

Jaime sudoroso y sucio tras dos leguas de campo y huerta a través,agarró a Antonia, su mujer y a sus dos hijos y sin demora ni equipaje salieron como alma que lleva el diablo en dirección sur, hacia Orihuela, justo a tiempo de no ser vistos por la recua del Zurdo, que en ese momento llegaba.
Era Jaime un zagal de imponente físico, de muy imponente físico, mediana estatura, enormes manos, ancha espalda y una fuerza por todos conocida –en una ocasión, condiecisiete años y recién llegado a Catral propinó una soberana paliza a dos hombres muy curtidos, cuando piropearon groseramente a una vecina- resultando a la vez de buen trato, siendo un personaje querido y, a pesar de su humilde condición, asombrosamente respetado en el pueblo. Los del lugar apreciaban su buen juicio. La naturaleza le había dotado con una despierta inteligencia y un envidiable poderde convicción. Gustaba escuchar las historias de pastores, arrieros, soldados y aun más de gentes leídas. Don Froilán, el cura, le leía la Biblia todos los domingos, un ratito después de misa. Al sagrado libro pronto se unieron otros pero a Jaime lo que le gustaba eran las tertulias que tenían lugar los sábados en el patio de la alcaldía, donde se reunía lo más granado del pueblo. Su buen...