Historia para hoy. hercor aguilar camin
HISTORIA PARA HOY[1]
A Rolando Cordera y Arnaldo Córdova, Agosto de 1980
Bajo cualquier circunstancia debe uno ponerse del lado de los oprimidos, incluso cuando van errados, pero sin perder de vista que están amasados con el mismo barro de sus opresores.
E. m. cioran, Del inconveniente de haber nacido
La necesidad del pasado
¿Para qué la historia? Puedenbarajarse infinitas respuestas: historia para atender las urgencias y preguntas del presente, para afianzar o inventar una identidad y reconquistar continuamente la certeza de un sentido colectivo o personal; historia para dirimir las legitimidades del poder, para imponer o negar la versión de los vencedores, para rescatar o rectificar la de los vencidos. O para el ejemplo de la vida, para elrepertorio infinito de la acción. Y al revés: historia para la contemplación paralítica y demorada, para el goce y la imaginación, para la curiosidad que pregunta simplemente por los trayectos de otros pueblos y otras civilizaciones. Historia también para saciar los rigores del largo y difícil camino de la ciencia, para recordar y comprender, para conocer y reconocer. En fin, historia para deshacerse delpasado, para evitar su acción incontrolada sobre las generaciones que la ignoran, para sustraerse al destino previsto por el aforismo de Santayana según el cual los pueblos que desconocen su historia están condenados a repetirla.
Más allá de estas respuestas axiomáticas o de las razones del historiador, el hecho es que los pueblos voltean ansiosamente al pasado sólo en las épocas que parecenatentar contra ellos; la sabiduría histórica se impone a las colectividades como saber útil y necesario en épocas de sacudimientos y malos agüeros, de incertidumbre o cambio de destino. Y lo hace con tal fuerza que los actores sucumben a la tentación de protegerse en ella y repetirla. Desafiados por el vacío del futuro, los revolucionarios buscan en el pasado los modelos propicios a suacción: la Revolución francesa en la antigüedad romana, la bolchevique en la francesa, la china en la bolchevique, la cubana en sus héroes independientes, la mexicana en los suyos liberales.
De Bartolomé de las Casas a Lucas Alamán a Daniel Cosío Villegas, toda una línea de preguntas por la historia mexicana ha tenido su origen inmediato en una sorda crisis de conciencia, en el desahuciodoloroso de las confianzas y certidumbres heredadas. Más precisamente: en la sensación de hallarse frente al término previsible de una civilización, un país, una nación.
Fresca todavía la invasión norteamericana de 1847, Lucas Alamán escribió en el prólogo de su Historia de Méjico (1849): "Si los males hubieren de ir tan adelante que la actual nación mejicana, víctima de laambición extranjera y del desorden interior, desaparezca para dar lugar á otros pueblos, á otros usos y costumbres que hagan olvidar hasta la lengua castellana en estos países, mi obra todavía podrá ser útil para que otras naciones americanas vean por qué medios se desvanecen las más lisonjeras esperanzas y cómo los errores de los hombres pueden hacer inútiles los más bellos presentes de lanaturaleza." Un siglo después, en las páginas de su ensayo La crisis de México (1947), Cossío Villegas iniciaba su camino a la investigación histórica revelando a los lectores de Cuadernos Americanos el modo como los dirigentes mexicanos habían hecho inútiles los más bellos presentes (las más profundas promesas) de la Revolución mexicana. Y advertía: "Si no se reafirman los principios ysimplemente se les escamotea; si no se depuran los hombres y simplemente se les adorna con repitas domingueras o títulos... ¡de abogados!, entonces no habrá en México autorregeneración y, en consecuencia, la regeneración vendrá de afuera y el país perderá mucho de su existencia nacional y a un plazo no muy largo."
En verdad, luego de la primera oleada de optimismo...
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