Historia Quiteña

Páginas: 8 (1923 palabras) Publicado: 7 de abril de 2013
La cruz de piedra de San Agustín
Esta noble ciudad de San Francisco de Quito, de tradicional espiritualidad religiosa, ostenta en varias de sus calles numerosas cruces coloniales.
Cada una de ellas tiene su tradición, conservada con típicos detalles en la memoria de algunos viejos y auténticos quiteños, que aun cuando sus años de oro, con sus faroles de mechero, sus fantasmas y aparecidos, suscenas con chocolate y buñuelo, y sus relumbrantes charlas hogareñas, han pasado muy lejos a través de muchos años, saborean sin embargo su inigualada exquisitez, al revivirlos con cariñosos recuerdos.
Este, pues, es uno de aquellos recuerdos: La tradición de la Cruz de Piedra de San Agustín.
Las aficiones del Hermano Ezequiel
El hermano Ezequiel C. de San Agustín, tenía fama de magnificococinero, sobre todo para la preparación de los dulces de caja. No sólo eran los Padres de la Comunidad Agustina, los que gozaban de esos sabrosos preparados, sino también que aún afuera, las más encopetadas señoritas se disputaban por alcanzar la gracia de que alguna vez llegue a su delicado paladar los incomparables dulces del hermano Ezequiel.
Tenía además este religioso, la fama de que jamásprobaba los manjares que sus manos preparaban. Aún se creía que esta circunstancia se debía, a una promesa sugerida por su devoción especial a su santo patrono.
Pero, parece que las paredes de aquellos tiempos, no solo tenían oídos, como dice el refrán sino también estaban provistas de buenos ojos. Por esto se sabe que el hermano Ezequiel que a más de sus faenas culinarias, tenía la obligación detocar las campanas para el rezo de la tarde, se quedaba en el campanario, hasta cuando las horas de la noche estaban muy avanzadas.
Ahí, bajo los huecos de las pesadas campanas, se complacía mirando y oyendo las cosas y los ruidos de la mundanal existencia. Tal vez en sus largas contemplaciones, reflexionaba en los pesares que laceran en todo tiempo el corazón de los pobres.
Posible es también quesu imaginación, se hubiera concretado a los méritos espirituales que estaban a su alcance para conseguir la vida eterna.
Lo absolutamente cierto es que el hermano Ezequiel tan pronto como se acomodaba en el campanario, echaba una mirada a las calles que aun circundan a la iglesia, y luego debajo de sus amplios hábitos, sacaba una caja de dulce, ese exquisito dulce que sólo él sabía hacer, y congrandes trozos de pan, igualmente bueno, iba depositándolo con extraordinario gusto en la boca, en cuyo fondo desaparecía con muestras de verdadero placer. 
La noche de los espadachines
Y sucedió que una noche, tal vez cogido por la fuerza vitamínica del dulce, el sueño había dejado inmóvil en el campanario al hermano Ezequiel. De pronto, despertó asustado, por las imprecaciones y el ruido de doshombres que frente a la puerta principal de la iglesia, se batían ferozmente.
A la luz de la luna, los floretes brillaban centellantes, y parecía que los contendores trataban de despedazarse y destruirse.
- Santo fuerte! exclamó entonces el Hermano, alarmado de ver tan insensata lucha.
- Jesús me valga! continuo santiguándose.
Mientras tanto, los dos hombres daban pruebas de mucha destrezapara manejar el florete. Unas veces adelantaban o retrocedían. Las paradas eran tan admirables como los ataques; lo mismo que la impetuosidad y el valor con que se acometían.
Pero hubo un momento en que uno de ellos atacó con tanta rapidez, que casi no dejó al otro tiempo para cortar el intento de herirle sin ningún recelo. En esta apremiante situación, apeló a la retirada, cubriéndose como podíahasta conseguir posición firme para resistir con igualdad. Hasta tanto, parecía que la punzante arma de su enemigo, ya le tocaba en pleno corazón, o en el vientre, o en un costado, sin que demore la caída mortal y la ruina.
El hecho era en verdad para espeluznar al más valiente, y el hermano Ezequiel con su espíritu cristiano, se angustiaba y maquinalmente se le escapaban exclamaciones que...
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