historia

Páginas: 7 (1509 palabras) Publicado: 8 de mayo de 2013
a. Hay datos mucho más profundos... ¿Qué es eso, está loco? Ha vuelto a hablar de la Unión Soviética... de Stalin. ¡Magnífico, eso merecía: que le silbaran! Es desplante. Quiere hacerse oír a pesar de todo... ¿Y esos que gritan vivas a la urss? Esto es un pandemonium, todo mundo de pie, todo mundo grita... Ahora me felicito de que Carmen no haya podido venir... Pero qué: a ese muchacho lepegaron. Y ahora van sus compañeros a vengarlo. Diez, veinte, todos se disponen... Una batalla campal, una verdadera batalla... Y nosotros aquí, solos... Hemos perdido autoridad. ¿Qué les importa que seamos sus maestros?... Nadie tiene las manos quietas. Con tal que no lleguen hasta nosotros... Palpóse la frente y después el cuello, con lo que se cercioró de que había sanado. Desbordante de contento,puso la mirada en el cielo raso y, no obstante que el día brumoso apenas untaba claridad en las superficies del humilde interior, descubrió una mancha amarillenta en que nunca, antes, había reparado. “Tal vez una gotera”, pensó. La mancha, de bordes caprichosos, retuvo su atención. Al primer golpe de vista fingía la silueta de un pavo real con la cola extendida; pero, viéndolo más despacio, no habíatal pavo real, sino un pobre hombre abrumado por un gran peso. “Es Atlas”, se dijo el señor Alcázar con criterio mitológico, que rechazó casi al punto para refugiarse en un realismo lancinante: “No, más bien es un trapero, uno de nuestros pobres ‘pepenadores’, con su red repleta de papeles viejos y trapos sucios. Va por la calle y todo mundo se aparta de él con asco; pero el pepenador estácontento porque hizo una buena requisa de inmundicias.” Sin embargo, “hacía falta mucha imaginación” para ver esa figura en el caprichoso contorno, que, “más bien”, parecía un globo cautivo o un gigantesco alcatraz... Los párpados del oficial quinto se entornaron blandamente. La mancha del cielo raso notó en su cerebro como una nube más y más vaporosa cada vez, que se disolvió en una sombra uniforme,compacta.De esa sombra, envuelto en difusa fosforescencia, tal un espectro, surgió el señor Vázquez, apenas cognoscible en el incierto halo y la distancia. Pues estaba lejos, muy lejos, como al fondo de un largo túnel, y tardó lentos, abundantes minutos para acercarse a Alcázar, para dejar ver su faz verdosa de cadáver, en cuyos rasgos se arrastraba la presencia de una inminente putrefacción.Adelantaba con pasos implacables, fríos, sin dejar rastro en las tinieblas, y cada movimiento tenía quién sabe qué de espeluznante, de amenazador y misterioso. Estrujaba un gran pliego de papel en sus manos lívidas, un enorme escrito del tamaño de una sábana, por lo menos, en que el sello oficial parecía un plato. “¡Quiero un dictamen, un dictamen! Inmediatamente, ¡hágame favor!”, balbucía con vozapagada, quejumbrosa. Avanzaba más y más, sin llegar al fin, retrasándose en sus propios pasos, acercándose sin acercarse, como si anduviera sobre una alfombra que se deslizara bajo sus pies. Parecía no ver: marchaba en línea recta, los ojos tercamente fijos en nada, tercamente inmóviles, y la verruga, la inconfundible verruga, semejante a una pavesa, marchita y gris. “¡Quiero un dictamen!”... AquilesAlcázar, trémulo de miedo, intentó huir, pero no pudo; algo, una fuerza desconocida y tremenda, se lo impidió; intentó gritar, y en su garganta no había sonidos. El honrado empleado sentía que un sudor pegajoso manaba de todos los poros de su cuerpo, que el corazón le golpeaba brutalmente en el pecho hasta casi ahogarlo. Estaba a punto de caer, presa de un vértigo, cuando el señor Vázquez, saltandoágilmente, se puso a su lado, escondió de prisa entre sus ropas el pliego de papel que antes estrujara, sonrió culpablemente y, quitándose la gorra galoneada, se inclinó hasta rozar el suelo con la frente. “¡Qué indignidad!”, murmuró Aquiles, asqueado; pero el señor Vázquez no escuchó o fingió no escuchar: con ademán humilde abrió la portezuela del automóvil y se apartó chillando grotescamente:...
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