historia

Doradito y su lata ya habían nadado mucho. A cada momento descubrían cosas nuevas:

—¡Mira, allá latita! —exclamó Doradito, animado. —¿Qué será aquello?

Doradito señalaba hacia un hilo de aguaque iba al encuentro del río. Pasando por allí, enseguida percibió que aquella agua no era contaminada como la de Doña Mancha. —¡Qué hermoso! —pensó Doradito —¡Cómo esta agua es diferente!

El peznunca había visto agua tan limpia en toda su vida. Pensó, inclusive, en seguir aquel camino, camino de aguas claras.

—¡Alto ahí! —gritó el Afluente.

—¿Quién habla? —Doradito miraba hacia todoslados, buscando el dueño de la voz.

—¿ No oye? ¡Soy uno de los afluentes del río!

—¿Y qué es un afluente?

—¡No se haga el bobo, pececillo! Parece como si no se estuviera divertido con elfrescor de mis aguas limpias!

—¡Ah! —el pez ahora entendía. —Usted es este bracito de agua que desemboca en el río!

—Soy sí… Pero no piense que me va a engañar con esta conversación boba. ¡No lodejaré entrar en mis dominios, si ese es su plan!

El Afluente parecía severo. ¡Su voz de muy suave se volvió grave en un instante!

—Claro que no entraré en sus dominios, si así lo quiere usted. Pero,dígame, ¿por qué no puedo?

—¿A usted le parece que voy a dejar entrar en mi mundo una lata de aluminio como esta que usted carga? ¡Ni muerto! A propósito, ya vi peces usando aretes, etiquetas,escamas teñidas, pero… Lata de aluminio colgada en la aleta… ¡Nunca!

A Doradito no le gustó nada oír aquello:

—¡No hable así de mi amiga! ¡Ella se puede disgustar! ¡No entiendo por qué tanto miedode una pobre latita!

El Afluente explicó pacientemente: —Sabe, pececillo… Una lata como esta suelta en el río, demoraría una eternidad para degradarse. ¡Es una basura terrible!

—No es terrible…—Doradito comenzó a llorar. —¡Ella es mi amiga, y usted la está entristeciendo! ¡Puede quedarse tranquilo! ¡No voy a entrar en sus dominios!

El Afluente se quedó con pena de aquella criaturita...