historia
Páginas: 17 (4043 palabras)
Publicado: 20 de noviembre de 2014
EL PAPA PÍO IX Y NAPOLEÓN III:
NERVIOSISMO POLÍTICO EN EUROPA Y MÉXICO
Texto presentado en el ciclo de conferencias: Hacia nuestros centenarios. Francia-México organizado por el Centro de Estudios de Historia de México Condumex
Ciudad de México, 25 de abril de 2007
1.-
En el bello cartel, que con las emblemáticas figuras femeninas de las “Patrias”, México y Francia,anuncia esta serie de charlas, el título de la que me corresponde reza: “Napoleón III y su política en Europa.”
Aclaro que, con su acostumbrada gentileza al invitarme a participar, el Doctor Manuel Ramos hace meses que me solicitó algún título para lo que podría aquí presentar.
La experiencia de quienes saben que una cosa es poner títulos y otra darle forma y contenido a una charla, meexcusará si hoy título y tema se unen en algo que, espero, aporte alguna luz sobre esa realidad a la que apuntan las figuras del cartel presentado como insignia de las conferencias convocadas por el Centro de Estudios de Historia de México Condumex, a la que tantos lazos me unen desde hace ya un sólido número de años.
- - - - -
En 1976 se publicó en México un libro de la autoría de JoséFuentes Mares, historiador chihuahuense que escribía para ser leído con gusto y no padecido. Se llamó, “La emperatriz Eugenia y su aventura mexicana.”[1]
Pasando sus páginas, surge, a un lado de la figura del “Emperador de las franceses,” la de la Emperatriz, la granadina, andaluza y española Eugenia de Montijo.
Sus amistades mexicanas, José María Gutiérrez Estrada y, sobre todo, JoséManuel Hidalgo, influyeron con tal persuasión en el ánimo suyo, que la decisión de intervenir militarmente en México a fin de darle forma a un proyecto imperial, realizada por Napoleón III, no fue ajena a esa presión femenina.
La búsqueda del candidato al trono de México terminó con la aceptación en el castillo de Miramar en la bahía de Trieste, por Fernando Maximiliano de Austria.
Pocoantes de este hecho, en un diálogo previo, Hidalgo recibió del Archiduque una muestra de su religiosidad, a fin de impresionar al mexicano, inclinado a la piedad.
Dice Fuentes Mares basado en los “Apuntes” de Don José Manuel: “…Maximiliano…le habló mucho de religión, le mostró varias reliquias y el altarcito que llevó siempre consigo en su juventud, confiándole…su adhesión a la Santa Sede y sudevoción por la persona de Pío IX.”[2]
Si lo anterior pareció signo de buen augurio a los oferentes del trono, el realismo político del que se impuso poco después el futuro Emperador, impulsado sobre todo por el viejo Metternich, hizo que se estipularan, a la hora de redactar un memorando de doce puntos el 22 de enero de 1863, unas cláusulas en referencia a los bienes eclesiásticos. Éstos, yaintervenidos y nacionalizados, ya destruidos muchos inmuebles sobre todo de carácter urbano y por tanto inutilizados, tendrían que servir de garantía hipotecaria a los empréstitos que, a fin de iniciar la marcha del Imperio, tendrían que solicitarse a las casas financieras internacionales con la influencia, que no el aval, de Napoleón.[3]
La única diferencia que presentaban esos puntos y lasituación de facto en el país en la materia, era que se acudiría a Roma a fin de que: “…el Clero obtenga el consentimiento del Papa.”[4]
En años anteriores, los titubeos del gobierno de Comonfort y la negativa del de Juárez a dar pasos para tratar las cosas en Roma, pues los obispos mexicanos no tenían, de acuerdo a los decretos del Concilio de Trento facultades para enajenar bienes y seexponían, de hacerlo, a duras sanciones, había impedido un arreglo. Ahora, a pesar de la voluntad escrita en el “Memorando de Miramar,”que bien leída era casi una imposición, las posibilidades reales no eran muchas, dada la inestabilidad de las situaciones.
Esta breve mirada de conjunto, de la mano de Don José Fuentes Mares, nos abre el interrogante que le puede dar sentido a estas páginas:...
NERVIOSISMO POLÍTICO EN EUROPA Y MÉXICO
Texto presentado en el ciclo de conferencias: Hacia nuestros centenarios. Francia-México organizado por el Centro de Estudios de Historia de México Condumex
Ciudad de México, 25 de abril de 2007
1.-
En el bello cartel, que con las emblemáticas figuras femeninas de las “Patrias”, México y Francia,anuncia esta serie de charlas, el título de la que me corresponde reza: “Napoleón III y su política en Europa.”
Aclaro que, con su acostumbrada gentileza al invitarme a participar, el Doctor Manuel Ramos hace meses que me solicitó algún título para lo que podría aquí presentar.
La experiencia de quienes saben que una cosa es poner títulos y otra darle forma y contenido a una charla, meexcusará si hoy título y tema se unen en algo que, espero, aporte alguna luz sobre esa realidad a la que apuntan las figuras del cartel presentado como insignia de las conferencias convocadas por el Centro de Estudios de Historia de México Condumex, a la que tantos lazos me unen desde hace ya un sólido número de años.
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En 1976 se publicó en México un libro de la autoría de JoséFuentes Mares, historiador chihuahuense que escribía para ser leído con gusto y no padecido. Se llamó, “La emperatriz Eugenia y su aventura mexicana.”[1]
Pasando sus páginas, surge, a un lado de la figura del “Emperador de las franceses,” la de la Emperatriz, la granadina, andaluza y española Eugenia de Montijo.
Sus amistades mexicanas, José María Gutiérrez Estrada y, sobre todo, JoséManuel Hidalgo, influyeron con tal persuasión en el ánimo suyo, que la decisión de intervenir militarmente en México a fin de darle forma a un proyecto imperial, realizada por Napoleón III, no fue ajena a esa presión femenina.
La búsqueda del candidato al trono de México terminó con la aceptación en el castillo de Miramar en la bahía de Trieste, por Fernando Maximiliano de Austria.
Pocoantes de este hecho, en un diálogo previo, Hidalgo recibió del Archiduque una muestra de su religiosidad, a fin de impresionar al mexicano, inclinado a la piedad.
Dice Fuentes Mares basado en los “Apuntes” de Don José Manuel: “…Maximiliano…le habló mucho de religión, le mostró varias reliquias y el altarcito que llevó siempre consigo en su juventud, confiándole…su adhesión a la Santa Sede y sudevoción por la persona de Pío IX.”[2]
Si lo anterior pareció signo de buen augurio a los oferentes del trono, el realismo político del que se impuso poco después el futuro Emperador, impulsado sobre todo por el viejo Metternich, hizo que se estipularan, a la hora de redactar un memorando de doce puntos el 22 de enero de 1863, unas cláusulas en referencia a los bienes eclesiásticos. Éstos, yaintervenidos y nacionalizados, ya destruidos muchos inmuebles sobre todo de carácter urbano y por tanto inutilizados, tendrían que servir de garantía hipotecaria a los empréstitos que, a fin de iniciar la marcha del Imperio, tendrían que solicitarse a las casas financieras internacionales con la influencia, que no el aval, de Napoleón.[3]
La única diferencia que presentaban esos puntos y lasituación de facto en el país en la materia, era que se acudiría a Roma a fin de que: “…el Clero obtenga el consentimiento del Papa.”[4]
En años anteriores, los titubeos del gobierno de Comonfort y la negativa del de Juárez a dar pasos para tratar las cosas en Roma, pues los obispos mexicanos no tenían, de acuerdo a los decretos del Concilio de Trento facultades para enajenar bienes y seexponían, de hacerlo, a duras sanciones, había impedido un arreglo. Ahora, a pesar de la voluntad escrita en el “Memorando de Miramar,”que bien leída era casi una imposición, las posibilidades reales no eran muchas, dada la inestabilidad de las situaciones.
Esta breve mirada de conjunto, de la mano de Don José Fuentes Mares, nos abre el interrogante que le puede dar sentido a estas páginas:...
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