Historias de olga lengyel 1
Las que sospechabanla verdad estaban al borde de la desesperación. La habitación resonaba con los ecos de los gemidos y de las lamentaciones.
—¡Les aseguro que no tienen por qué alarmarse! —les decía Eva Weiss, quientambién procedía de Cluj—. Están ustedes imaginándose cosas aterradoras. Verán, esto es lo que va a pasar: Nos trasladarán a un hospital mayor, en el cual nos atenderán mucho mejor que nos atiendenaquí. Hasta puedo decirles dónde está localizado el hospital: en el campo de los viejos y de los niños. Las enfermeras son ancianas. Quizás alguna de nosotras encuentre inclusive a su madre. Después detodo, tenemos que pensar en lo afortunadas que somos.
—Siendo enfermera —pensaban las pacientes—, debe estar bien informada.
Y sus palabras las alentaron.
Antes de que se cerrase la puerta de laambulancia, las demás enfermeras dijeron el último adiós a su camarada Eva. Aquella joven heroína había sabido evitar con su frío valor la tortura de la ansiedad y del terror a las desgraciadas que laacompañaban a la muerte. Es mejor no pensar siquiera en lo que ella sentiría dentro de sí, según caminaba a la cámara de gas.
Naturalmente, fui testigo de centenares de episodios trágicos. Imposibleescribir un libro que los relate todos. Pero hubo uno que me emocionó de manera especial.
De una barraca cercana nos trajeron a una joven griega. A pesar de lo demacrada que la había dejado la...
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