Historias Sin Fin

Ir, venir, con, sin. Estar, no tanto; acá, allá, y al fin en ningún lado.
Remolinos de sensaciones injustificadas, arrebatos de tristeza y pausas de tranquilidad;pequeños relámpagos de emociones copadas que recorren cada músculo intentando estimularlo para seguir tirando.
Son destellos que sobre iluminan por un instante,pero la falta constante de luz, hace que esos chispazos aislados vayan quemando de a poco las raíces.
Caminar a oscuras alerta y estremece los sentidos, a punto tal deerizar la piel y encoger los hombros de incertidumbre. Te vas chocando con olores, ruidos y cosas que te rozan los talones y que asustan, y en ese momento no verexaspera.
Un respiro hondo, llena los pulmones de coraje, pero todo lo que entra tiene que salir, y ese segundo de intercambio entre lo que entra y lo que sale, tehunde en desesperación.
Mantener un eje de interés en cuanto a dónde queremos llegar, es posible en la medida que vamos teniendo certeza de cómo se van sucediendo lascosas; si esa persuasión se ve corrompida por cualquiera sea el motivo, el eje se modifica, y junto con el todos aquellos futuros posibles.
La nada misma era lapreocupación más grande de Sebastián, y lucho a capa y espada contra eso. Las historias sin fin no pasan solo en los libros, pero es más fácil pelear desde un renglón.No hay un cable a tierra que nos mantenga iluminados, porque una recarga excesiva de luz nos quemaría, los destellos pueden ser o no unos más extensos que otros, yson el motor que incita a buscar un punto de descarga no nocivo, para evitar posibles futuras quemaduras; pero loco, cuesta un huevo.

© Luciana Belén Lassalle