hoja
Bernarda: Y mi hija las oyó.
La Poncia: ¡Claro!
Bernarda: Ésa sale a sus tías; blancas y untosas que ponían ojos de carnero al piropo de cualquier barberillo. ¡Cuánto hay que sufrir y luchar para hacer que las personas sean decentes y no tiren al monte demasiado!
La Poncia: ¡Es que tus hijas están ya en edad de merecer! Demasiada poca guerrate dan. Angustias ya debe tener mucho más de los treinta.
Bernarda: Treinta y nueve justos.
La Poncia: Figúrate. Y no ha tenido nunca novio...
Bernarda: (Furiosa) ¡No, no ha tenido novio ninguna, ni les hace falta! Pueden pasarse muy bien.
La Poncia: No he querido ofenderte.
Bernarda: No hay en cien leguas a la redonda quien se pueda acercar a ellas. Los hombres de aquí no sonde su clase. ¿Es que quieres que las entregue a cualquier gañán?
La Poncia: Debías haberte ido a otro pueblo.
Bernarda: Eso, ¡a venderlas!
La Poncia: No, Bernarda, a cambiar... ¡Claro que en otros sitios ellas resultan las pobres!
Bernarda: ¡Calla esa lengua atormentadora!
La Poncia: Contigo no se puede hablar. ¿Tenemos o no tenemos confianza?
Bernarda: No tenemos. Mesirves y te pago. ¡Nada más!
Criada: (Entrando.) Ahí está don Arturo, que viene a arreglar las particiones.
Bernarda: Vamos. (A la Criada.) Tú empieza a blanquear el patio. (A la Poncia.) Y tú ve guardando en el arca grande toda la ropa del muerto.
La Poncia: Algunas cosas las podríamos dar...
Bernarda: Nada. ¡Ni un botón! ¡Ni el pañuelo con que le hemos tapado la cara! (Sale lentamenteapoyada en el bastón y al salir vuelve la cabeza y mira a sus criadas. Las criadas salen después.)
(Entran Amelia y Martirio.)
Amelia: ¿Has tomado la medicina?
Martirio: ¡Para lo que me va a servir!
Amelia: Pero la has tomado.
Martirio: Yo hago las cosas sin fe, pero como un reloj.
Amelia: Desde que vino el médico nuevo estás más animada.
Martirio: Yo me siento lomismo.
Amelia: ¿Te fijaste? Adelaida no estuvo en el duelo.
Martirio: Ya lo sabía. Su novio no la deja salir ni al tranco de la calle. Antes era alegre; ahora ni polvos echa en la cara.
Amelia: Ya no sabe una si es mejor tener novio o no.
Martirio: Es lo mismo.
Amelia: De todo tiene la culpa esta crítica que no nos deja vivir. Adelaida habrá pasado mal rato.
Martirio: Le tienenmiedo a nuestra madre. Es la única que conoce la historia de su padre y el origen de sus tierras. Siempre que viene le tira puñaladas el asunto. Su padre mató en Cuba al marido de primera mujer para casarse con ella. Luego aquí la abandonó y se fue con otra que tenía una hija y luego tuvo relaciones con esta muchacha, la madre de Adelaida, y se casó con ella después de haber muerto loca lasegunda mujer.
Amelia: Y ese infame, ¿por qué no está en la cárcel?
Martirio: Porque los hombres se tapan unos a otros las cosas de esta índole y nadie es capaz de delatar.
Amelia: Pero Adelaida no tiene culpa de esto.
Martirio: No, pero las cosas se repiten. Y veo que todo es una terrible repetición. Y ella tiene el mismo sino de su madre y de su abuela, mujeres las dos del que laengendró.
Amelia: ¡Qué cosa más grande!
Martirio: Es preferible no ver a un hombre nunca. Desde niña les tuve miedo. Los veía en el corral uncir los bueyes y levantar los costales de trigo entre voces y zapatazos, y siempre tuve miedo de crecer por temor de encontrarme de pronto abrazada por ellos. Dios me ha hecho débil y fea y los ha apartado definitivamente de mí.
Amelia: ¡Eso no digas!Enrique Humanes estuvo detrás de ti y le gustabas.
Martirio: ¡Invenciones de la gente! Una vez estuve en camisa detrás de la ventana hasta que fue de día, porque me avisó con la hija de su gañán que iba a venir, y no vino. Fue todo cosa de lenguas. Luego se casó con otra que tenía más que yo.
Amelia: ¡Y fea como un demonio!
Martirio: ¡Qué les importa a ellos la fealdad! A ellos les...
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