hola ke tfal
Al clarear el día sereunieron los generales y estaban maravillados de que Ciro no les hubiese enviado a nadie para indicarles lo que debían hacer ni se hubiese presentado él en persona. Decidieron, pues, cargar los bagajes y avanzar armados hasta encontrarse con Ciro. Ya principiaban a moverse y el sol iba saliendo, cuando llegaron Procles, gobernador de la Teutrania, descendiente del lacedemonio Demarato, y Glun, hijode Fama. Estos dijeron que Ciro había muerto y Arico huido, y que se encontraba con los demás bárbaros en la etapa de donde la víspera habían partido. Desde allí les mandaba a decir que les esperaría todo aquel día, si pensaban ir, pero que al siguiente se volvería a Jonia, de donde había venido. Al oír esto los generales y al saberlo los demás griegos se apenaron mucho. Y Clearco dijo estaspalabras:
- ¡Ojalá viviera Ciro!, mas, puesto que ha muerto, decid a Arico que hemos vencido al rey y que, como veis, nadie nos presenta combate, si no hubierais venido vosotros, habríamos marchado seguramente contra el rey. También prometemos a Arico que si viene a nosotros, lo sentaremos en el trono del rey, pues son los vencedores los que deben tener el mando.
Dicho esto despachó a losmensajeros y con ellos a Quirísofo el lacedemonio y a Menón el tesalio; éste a petición propia, pues era amigo y huésped de Arico.
Marcharon éstos y Clearco se quedó esperando. El ejército se procuraba vituallas como podía, matando bueyes y asnos de los que llevaban los bagajes. Leña encontraron apartándose un poco de la falange, en el lugar donde se había dado la batalla; había allí muchas flechasque los griegos habían obligado a abandonar a los tránsfugas del ejército real, y escudos de mimbre y de madera como llevan los egipcios; había también gran número de peltas y carros abandonados. Con todo esto cocieron las carnes y comieron aquel día.
Era a mitad de mañana cuando se presentaron unos heraldos de parte del rey y de Tisafernes, todos ellos bárbaros a excepción de uno, Falino, queera griego y estaba al servicio de Tisafernes, cuya estimación disfrutaba; se hacía pasar, en efecto, por muy entendido en la organización militar y los combates. Adelantáronse estos heraldos y, llamando a los jefes de los griegos, les dijeron que el rey les mandaba que, pues él era vencedor y había muerto a Ciro, entregasen las armas y se presentasen ante las puertas de su palacio a esperar si seles podía favorecer en algo. Esto dijeron los heraldos del rey, y los griegos se indignaron al oírlo; pero Clearco contestó en breves términos que no correspondía a los vencedores el entregar sus armas.
- Pero contestad vosotros, generales -acabó diciendo-, a estos hombres lo que os plazca más conveniente. Yo volveré en seguida.
Le había llamado uno de los servidores para que viese las...
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