hola
PINOCHO
Carlo Collodi (1826 – 1890)
Imagen de dominio público. Fuente:
http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/6/65/Pinocchio.jpg
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CAPITULO I
De cómo el carpintero maese Cereza encontró un trozo de madera que
lloraba y reía como un niño.
--Pues, señor, éste era...
--¡Un rey! --dirán en seguida mis pequeños lectores.
--Pues no, muchachos nada de eso.Este era un pedazo de madera.
Pero no un pedazo de madera de lujo, sino sencillamente un leño de esos
con que en el invierno se encienden las estufas y chimeneas para calentar
las habitaciones.
Pues, señor, es el caso que, Dios sabe cómo, el leño de mi cuento fue a
parar cierto día al taller de un viejo carpintero, cuyo nombre era maese
Antonio, pero al cual llamaba todo el mundo maeseCereza, porque la punta
de su nariz, siempre colorada y reluciente, parecía una cereza madura.
Cuando maese Cereza vio aquel leño, se puso más contento que unas
Pascuas. Tanto, que comenzó a frotarse las manos, mientras decía para su
capote:
--¡Hombre! ¡llegas a tiempo! ¡Voy a hacer de ti la pata de una mesa!
Dicho y hecho; cogió el hacha para comenzar a quitarle la corteza y
desbastarlo. Perocuando iba a dar el primer hachazo, se quedó con el brazo
levantado en el aire, porque oyó una vocecita muy fina, muy fina, que decía
con acento suplicante:
--¡No! ¡No me des tan fuerte!
¡Figuraos cómo se quedaría el bueno de maese Cereza!
Sus ojos asustados recorrieron la estancia para ver de dónde podía salir
aquella vocecita, y no vio a nadie. Miró debajo del banco, y nadie; miró
dentrode un armario que siempre estaba cerrado, y nadie; en el cesto de las
astillas y de las virutas, y nadie; abrió la puerta del taller, salió a la calle, y
nadie tampoco. ¿Qué era aquello?
--Ya comprendo --dijo entonces sonriendo y rascándose la peluca--. Está
visto que esa vocecita ha sido una ilusión mía. ¡Reanudemos la tarea!
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Y tomando de nuevo el hacha, pegó un formidablehachazo en el leño
--¡Ay! ¡Me has hecho daño! --dijo quejándose la misma vocecita.
Esta vez se quedó maese Cereza como si fuera de piedra, con los ojos
espantados, la boca abierta y la lengua fuera, colgando hasta la barba como
uno de esos mascarones tan feos y tan graciosos por cuya boca sale el caño
de una fuente.
Se quedó hasta sin voz. Cuando pudo hablar, comenzó a decir temblando de
miedoy balbuceando:
--Pero, ¿de dónde sale esa vocecita que ha dicho ¡ay!? ¡Si aquí no hay un
alma! ¿Será que este leño habrá aprendido a llorar y a quejarse como un
niño? ¡Yo no puedo creerlo... Este leño... Aquí está: es un leño de chimenea
como todos los leños de chimenea: bueno para echarlo al fuego y guisar un
puchero de habichuelas! ¡Zambomba! ¿Se habrá escondido alguien dentro
de él? ¡Ah!Pues si alguno se ha escondido dentro, peor para él. Ahora le
voy a arreglar yo.
Y diciendo esto agarró el pobre leño con las dos manos, y empezó a
golpearlo sin piedad contra las paredes del taller.
Después se puso a escuchar si se queja alguna vocecita. Esperó dos minuto
y nada; cinco minutos, y nada: diez minutos, y nada.
--Ya comprendo --dijo entonces tratando de sonreír y arreglándosela
peluca--. Está visto que esa vocecita que ha dicho ¡ay! ha sido una ilusión
mía ¡Reanudemos la tarea!
Y como tenía tanto miedo, se puso a canturrear paca cobrar ánimos
Entre tanto dejó el hacha y tomó el cepillo para cepillar y pulir el leño. Pero
cuando lo estaba cepillando por un lado y por otro, oyó la misma vocecita
que le decía riendo:
--¡Pero hombre! ¡Que me estás haciendo unascosquillas terribles!
Esta vez maese Cereza se desmayó del susto. Cuando volvió a abrir los
ojos, se encontró sentado en el suelo.
¡Qué cara. de bobo se le había puesto! La punta de la nariz ya no estaba
colorada; del susto se le había puesto azul.
CAPITULO II
Maese Cereza regala el pedazo de tronco a su amigo Gepeto, el cual lo
acepta para construir un muñeco maravilloso, que sepa bailar,...
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