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La misericordia de Dios se manifiesta vivamente para el hombre en la posibilidad abierta de alcanzar la gracia. Búsqueda constante, anhelo, descanso y única actividad humana en la que las energías vitales pueden confluir con santidad y en armonía con la voluntad divina. Las Confesiones de Agustín son una muestra ejemplar de la vehemencia con la que un varón convencido puede asumir semejantetarea. Este relato, mezcla de diferentes tonos, intenciones y formas, es la huella y el testimonio vivo del arduo proceso. Difícil para el lector, difícil para el autor, pero de lectura, y escritura, impostergable y necesaria, pues en las palabras del Obispo ocurre la luz de una tarea fundamental para el hombre: la construcción de sentido.
El libro XIII cierra el provisionalmente el procesointerminable y hace evidente que la magnitud de su palabra supera los límites temporales e individuales: el canto litúrgico es la canción del presente absoluto al que todos los hombres bautizados están invitados. La idea anterior se apoya en el hondo sentido que la iglesia, representada por la tercera persona de la Trinidad, cobra como el fuego común que enciende los corazones humanos.
Si el Espíritusanto es la clave para la comunión que describíamos anteriormente, la pregunta por su naturaleza y el intento de aproximarse a él a través de la comprensión se reviste de suma importancia. Para solucionar esta inquietud, Agustín comienza preguntándose por la relación que existe entre la primera y la tercera persona, Dios Padre y Espíritu Santo: ¿Es una materia incorpórea asociada a la Trinidad? ¿Setrata acaso del mismísimo Verbo? El problema implícito en la primera pregunta tiene que ver con la dificultad de concebir una materia con la dignidad suficiente para descender del Creador. El problema de la segunda pregunta es el siguiente: si la tercera persona fuera idéntica en naturaleza al Verbo sería semejante al Creador, pero esto no es así.
“Hágase la luz y la luz fue hecha” (13.3.4). ElEspíritu Santo es una criatura espiritual y es luz que ennoblece la creación. La existencia indudable de la oscuridad y el abismo justifica la creación de la luz, pues a la perfección divina le desagrada la imperfección, aunque la imperfección de la creación no dice nada en contra de la perfección de Dios. Esta es la actividad con la que el Espíritu Santo ilumina la creación. La solución al enigmano es completa, pero no puede pretender serlo ya que los misterios de la Trinidad son tantos y tan grandes que la mente humana sólo puede tropezar y llegar a medias a su profunda comprensión.
Algo más se nos dice acerca del Espíritu: “era sobrellevado sobre las aguas” (13.5.6). Agustín soluciona este problema con el interesante planteamiento de la oposición simbólica entre la luz y las aguas. Lateoría del movimiento de Aristóteles afirmaba que cada elemento tenía un desplazamiento propio según su naturaleza. Al fuego y al aire, materiales ligeros, correspondía el ascenso y la proximidad con el éter. Al agua y a la tierra, en cambio, correspondía el descenso, la gravedad y la pesadez. La concupiscencia atrae al hombre continuamente hacia el abismo y, en este sentido, su movimiento dedescenso natural, relacionado simbólicamente con la gravedad e indeterminación de las aguas, se convierten en una poderosa metáfora de la caída, de la miserable y cambiante situación del ser humano. En cambio la luz, la fuerza brillante del aire y el fuego, se eleva majestuosa sobre todo lo mudable y, cumpliendo la promesa de la divina misericordia, eleva a los hombres que buscan el territorio seguro yreparador. El fuego santo señala el camino del viajero, lo invita a la experiencia que arde, a la sagrada combustión en la que se yergue, al final, intacta y deseable como una promesa eterna, la paz de Jerusalén. (13.9.10).
El esclarecimiento de la trinidad en sus tres personas abre el camino para indagar a propósito de su réplica en lo más profundo de la condición humana. “Ser, conocer y...