hola
“Algo tenemos que hacer”, le respondí yo. Mientras conducía me venían a la cabeza ideas parallevar a cabo, diálogos para mantener con él y nuevos caminos que recorrer. A diez minutos de casa el coche dijo que hasta ahí había llegado. Traté de ponerlo en marcha, pero gemía como un anciano enfermo y testarudo mientras me demostraba que no lo lograría.
Bajé del coche, paraguas en mano, con la intención de buscar ayuda, cuando me topé con un cartel luminoso en forma de flecha que decía “Tiendade las paciencias: a 20 m”.
Giré la mirada en dirección a la flecha y vi, a unos 30 metros de distancia, una preciosa puerta de madera con un marco tallado que ofrecía al comercio un aspecto algo antiguo.
Movido por la curiosidad, y recordando la pregunta de mayuga, entré en ella. El chirriar de la puerta y unos irregulares escalones que obligaban a bajar a un piso inferior demostraban que noparecía un negocio que diera demasiados beneficios.
Tras las escaleras llegué a un local vacío, mal iluminado, sin estantes de ningún tipo, sin carteles ni precios y cuya calidez provenía de la madera del suelo y de las paredes. Al final del mismo hallé un mostrador en el que un anciano, con una barba blanca tan irregular como las escaleras de su tienda, observaba mis pasos a medida que me acercabaa él.
-Hola – le dije.
-Buenas tardes. Supongo que querrá usted comprar una paciencia ¿verdad?
-Umm, sí, pero… ¿Cómo son? No veo nada en esta tienda.
-Bien, es que la paciencia no es algo que usted pueda llevarse en una bolsa – me contestó.
-Claro – respondí. Qué esperaba encontrar, ¿paciencias enlatadas? – ¿Cuánto cuesta una paciencia?
-No lo sé.
-¿No lo sabe?
-No, no lo sé. Dígamelousted.
-¿Yo debo decírselo?
-Me temo que sí. Yo no le conozco, no sé para qué necesita más paciencia, no sé qué es lo que le hace perderla, ni sé cuánto tarda en perderla. No sé cuántas cosas influyen en su estabilidad emocional ni cuánta dosis de paciencia podría usted necesitar para equilibrar su situación, así que será usted el que me diga, con el tiempo, cuánto cuesta su paciencia.
-¿No sepuede comprar con dinero? – le cuestioné buscando el camino fácil.
-¿Puede usted comprar la felicidad o la alegría con dinero?
-Bueno, en cierto modo sí – respondí – ¿No se supone que el dinero ayuda a ser feliz?
-No. El dinero compra cosas y vivencias que pueden ayudar a ser feliz durante un tiempo, hasta que aquello que ha comprado deja de despertar su interés, pero en cualquier caso usted nocompra felicidad, sino cosas que le hacen sentir bien cuando las consigue y hasta que se cansa de ellas. Ahora piense, ¿qué podría usted comprar que le ayude a tener más paciencia?
-Supongo que nada.
-Nada, no. Quizás un viaje que le ayudara a desconectar, quizás algo para compartir con aquellos que le hacen perder la paciencia… En cualquier caso no podría estar viajando siempre ni comprandoregalos para los demás continuamente.
-No, por supuesto que no. Entonces, ¿cómo se paga aquí?
Durante algo más de dos horas estuvimos hablando, vendedor y comprador, acerca de mi futura compra y tuve que acudir en tres ocasiones más en días posteriores para acabar decidiendo cuánto pagaría por mi nueva dosis de paciencia.
Sé que os estáis preguntando cómo acaba esto, cuánto cuesta una paciencia ycómo se paga. Yo no puedo responder a eso, como no lo pudo hacer conmigo el vendedor, pero sí os puedo decir cuánto me costaría a mí mi nueva paciencia y cómo la pagaría. De momento sólo tengo una factura proforma que os detallo a continuación.
Factura proforma: paciencia para el Sr. Armando
El Sr. Armando adquiere una nueva paciencia a cambio de:
Entender que los niños no son personas adultas...
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