Josefa -le dijo el ama con voz temblorosa-. Tengo que darte una noticia buena. Prepara tu corazón a recibir una buena noticia. La mujer se quedó mirándola con fijeza. -Una noticia -continuó la señora cada vez más agitada- que te dará mucha alegría. La enferma abrió los ojos desmesuradamente. -Prepárate -prosiguió su ama- a ver a una persona... a quien quieres mucho. La mujer levantó la cabezacon ímpetu vigoroso, y empezó a mirar a la señora y a la puerta con ojos que despedían fulgores. -Una persona -añadió su ama, palideciendo- que acaba de llegar... inesperadamente. -¿Quién es? -gritó, con voz sofocada y angustiosa, como llena de espanto. Un instante después lanzó un agudísimo grito, de un salto se sentó sobre la cama, y permaneció inmóvil, con los ojos desencajados y con las manosapretadas contra las sienes, como si se tratase de una aparición sobrehumana. Marcos, lacerado y cubierto de polvo, estaba de pie en el umbral, detenido por el doctor, que lo sujetaba por un brazo. La mujer prorrumpió por tres veces: -¡Dios! ¡Dios! ¡Dios mío! Marcos se lanzó hacia su madre, que extendía sus brazos descarnados, apretándole contra su seno como un tigre, rompiendo a reír violentamentey mezclándose a su risa profundos sollozos sin lágrimas, que la hicieron caer rendida y sofocada sobre las almohadas. Pronto se rehízo, sin embargo, gritando como una loca, llena de alegría, y besando a su hijo: -¿Cómo estás aquí? ¿Por qué? ¿Eres tú? ¡Cómo has crecido! ¿Quién te ha traído? ¿Estás solo? ¿No estás enfermo? ¡Eres tú, Marcos! ¡No es esto un sueño! ¡Dios mío! ¡Háblame! Luego, cambiandode tono repentinamente: -¡No! ¡Calla! ¡Espera! -y volviéndose hacia el médico-: Pronto, en seguida doctor. Quiero curarme. Estoy dispuesta. No pierda un momento. Llévense a Marcos para que no sufra. ¡Marcos mío, no es nada! Ya me contarás todo. ¡Dame otro beso! ¡Vete! Heme aquí, doctor. Sacaron a Marcos de la habitación. Los amos y criados salieron en seguida, quedando sólo con la enferma elcirujano y el ayudante, que cerraron la puerta. El señor Mequínez intentó llevarse a Marcos a una habitación lejana: fue imposible; parecía que lo habían clavado en el pavimento. -¿Qué es? -preguntó-. ¿Qué tiene mi madre? ¿Que le están haciendo? Entonces Mequínez, bajito e intentando siempre llevárselo de allí: -Mira; oye; ahora te diré; tu madre está enferma; es preciso hacerle una sencillaoperación; te lo explicaré todo; ven conmigo. -No -respondió el muchacho-, quiero estar aquí. Explíquemelo aquí. El ingeniero amontonaba palabras y más palabras, y tiraba de él para sacarlo de la habitación; el muchacho comenzaba a espantarse, temblando de terror. Un grito agudísimo, como el de un herido de muerte, resonó de repente por toda la casa. El niño respondió con otro grito horrible y desesperado:-¡Mi madre ha muerto! El médico se presentó en la puerta y dijo: -Tu madre se ha salvado. El muchacho lo miró un momento, arrojándose luego a sus pies, sollozando: -Gracias, doctor. Pero el médico lo hizo levantar, diciéndole: -¡Levántate!... ¡Eres tú, heroico niño, quien ha salvado a tu madre!
David entonaba un cántico piadoso de esperanza y de resignación. Conmovido, se superó a sí mismoy su canto no tuvo nada que envidiar al coro de las muchachas. Las miradas se dirigieron al padre de la muerta. Munro pareció comprender que había llegado el momento supremo de su existencia. Descubrió su cabeza gris y, con semblante grave y sereno, miró a la multitud respetuosa que lo rodeaba. Hizo una seña al cazador y le pidió que tradujera: —Diga a estas buenas niñas que un padre viejo ydesolado les agradece lo que han hecho. Dios les tendrá en cuenta su caridad; y que llegará el tiempo, no muy tarde, en que todos nos reuniremos en torno de su trono sin distinción de sexo, rango ni color. Duncan tocó el brazo del anciano y le señaló una litera que traían unos jóvenes en andas. —Comprendo —dijo el anciano—. Vamos; nuestro deber aquí ha terminado. Partamos. Heyward se apresuró a...
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