hola
STEPHEN KING
La madre de George fue hasta la puerta, vacil un instante y volvi para acariciarle el pelo.
-No quiero que te preocupes -dijo-. No te pasar£ nada. Y a Abuela, tampoco.
-Claro que no me pasar£ nada. Dile a Buddy que se lo tome con filosof■a.
-Cmo?
George sonri.
-Que est← tranquilo.
-Ah, qu← gracioso -sonri tambi←n, con una sonrisa distra■da, como si nosonriera a nadie en particular-. George, est£s seguro...?
-Todo saldr£ bien.
"Est£s seguro de qu←? Est£s seguro de que no te asusta quedarte a solas con Abuela? Qu← es lo que iba a preguntar?"
Si era eso, la respuesta era no. Despu←s de todo, ya no ten■a seis aos, como cuando llegaron de Maine para cuidar a Abuela y grit de terror cuando ←sta le tendi sus enormes brazos desde aquel silln devinilo blanco que ol■a siempre a huevos pasados por agua y aquel polvo dulzn que Mami le pon■a en la piel. Abuela abr■a sus blancos brazos para estrecharlo contra su inmenso cuerpo de elefante. A Buddy ya le hab■a tocado el turno, se hab■a dejado engullir por el ciego abrazo de Abuela y hab■a salido con vida de la experiencia..., pero Buddy ten■a dos aos m£s que ←l.
Ahora Buddy estaba ingresadoen el Hospital CMG de Lewiston, con una pierna rota.
-Tienes el nmero del m←dico, por si pasara algo? Que no pasar£, verdad?
-Verdad -contest George, sonriente, tragando con la garganta seca. Resultaba natural su sonrisa? Seguro, seguro que s■. Adem£s, ya no le tem■a a Abuela. Despu←s de todo, ya no ten■a seis aos. Mami se iba al hospital para ver a Buddy y ←l se quedaba y "se lo tomabacon filosof■a". No hab■a problema en pasar algn tiempo a solas con Abuela.
Mami fue hasta la puerta por segunda vez, dud nuevamente y retrocedi una vez m£s, con aquella sonrisa dirigida a nadie en particular.
-Si se despierta y te pide la infusin...
-Ya s← -contest George, vislumbrando la preocupacin de Mami y su aprensin, bajo aquella sonrisa distra■da. Estaba preocupada por Buddy, Buddyy su estpida Liga Pony. El entrenador hab■a llamado diciendo que Buddy se hab■a hecho dao durante un partido en el gimnasio. George se acababa de enterar de la noticia. Hab■a vuelto de la escuela y estaba engullendo una galleta y un vaso de leche con cacao, cuando oy a su madre al tel←fono con voz entrecortada:
-Herido? Buddy? Muy grave?
-Ya s← lo que tiene Buddy, Mami. Es muy f£cil. Sellama transpiracin negativa. Anda, vete.
-S← buen chico, George y no te asustes. Abuela ya no te asusta, verdad?
George carraspe, sonriendo. Le gust su propia sonrisa, la sonrisa de un chico que "se lo tomaba con filosof■a", la sonrisa de un chico que lo entend■a todo, la sonrisa de un chico que hab■a dejado atr£s los seis aos definitivamente. Trag saliva. Era una gran sonrisa, pero, unpoco m£s all£, en la oscuridad, sent■a la garganta muy seca, como forrada de algodn.
-Dile a Buddy que siento que se haya roto la pierna.
-De tu parte -contest Mami y se dirigi hacia la puerta de nuevo. El sol de las cuatro de la tarde entr en un haz oblicuo por la ventana-. Gracias a Dios, suscribimos el seguro de deportes, Georgie. Porque no s← qu← hubi←ramos hecho ahora sin ←l.
-Dile queconf■o en que le haya dado una buena tunda a ese imb←cil.
Mami volvi a sonre■r, distra■da, una mujer de m£s de cincuenta aos, con dos hijos pequeos, uno de trece, otro de once, y sin marido. Finalmente, Mami abri la puerta y un fresco susurro de octubre se col en la casa.
-Y recuerda, el doctor Arlinder...
-S■, Mami -dijo George-. Ser£ mejor que te vayas; si no, llegar£s cuando ya le hayanpuesto el yeso.
-Seguramente Abuela dormir£ todo el tiempo-aadi Mami-. Te quiero, Georgie, eres un buen hijo- y cerr la puerta.
George fue hasta la ventana y vio cmo Mami se acercaba a toda prisa al viejo Dogde del 69, que gastaba demasiada gasolina y demasiado aceite, mientras hurgaba en el bolso en busca de las llaves.
Ahora, ya fuera de la casa y sin saber que George la observaba, la...
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